La aviación civil es el transporte más seguro del mundo. Sin embargo, no siempre gozó de este privilegio. Iniciando la historia de la aeronáutica, no siempre se tenía certeza que un vuelo que despegaba iba a aterrizar a salvo. Hoy en día, no existe certeza si alguien que conduce en Costa Rica, llegará a salvo a casa. Esta cruda realidad puede y debe cambiar.
La tragedia ocurrida en Cambronero nos recuerda uno de los pilares básicos de la aviación civil: la conciencia por la seguridad debe iniciar desde el Estado. Es decir, cada nación debe trabajar del lado de la seguridad para proteger vidas. Si se aplicara este concepto a la infraestructura vial, desde el Estado, de una manera proactiva y por medio de instituciones sólidas, debe iniciar la voluntad para que el pavimento esté en buen estado, las carreteras cuenten con la apropiada rotulación vertical y horizontal, iluminación, guardarraíles, ojos de gato, poda de césped, remoción de obstáculos, entre otros.
Por otra parte, un principio básico en la prevención de accidentes es la identificación de peligros. El talud de 90 grados al lado de la carretera del siniestro, el precipicio y la meteorología adversa son peligros fáciles de identificar para las autoridades de transporte, que desde hace décadas debieron tomar acciones correctivas, considerando que en caso de que estos peligros se “activen” las consecuencias serían gravísimas. No es válido que argumenten que “no sabían que algo así podría suceder” o que “no es culpa del gobierno”. Por ejemplo, la construcción de túneles, túneles falsos, convertir la carretera en un puente paralelo a la ladera de la montaña, disminuir el ángulo de inclinación del talud o un rediseño total de la vía, serían acciones correctivas.
Adicionalmente, si no son viables económicamente una de estas acciones en el corto a mediano plazo, el riesgo de desastre se puede gestionar de otras maneras. Por ejemplo, tomar la dura decisión de cerrar totalmente las vías más peligrosas del país en caso de lluvia. Sería un golpe duro para el comercio y turismo, pero se salvarían vidas. En zonas de nieve, es común que se cierren algunas carreteras durante meses (aunque normalmente son vías secundarias).
Otro concepto que nos aporta la aviación para prevenir incidentes y accidentes es el dilema de las dos “P” o producción vs. protección. Es decir, en situaciones adversas, las empresas de transporte, carga, autobuses y personas particulares deberán decidir entre conducir o quedarse en casa. Producción equivaldría a desarrollar la actividad comercial que requiere trasladarse por nuestras calles, mientras que protegerse es no salir para evitar el peligro. Como ejemplo sería un fuerte aguacero: ¿qué haría cada chofer? ¿esperar a que escampe y sea más seguro o conducir bajo meteorología adversa en carreteras peligrosas para desarrollar la actividad comercial a la que se dedican? Este es el dilema que cada empresa y particular debe analizar. En el mundo aéreo, lo normal es cancelar las operaciones temporalmente ante condiciones de tiempo adverso.
El artículo nueve de nuestra Constitución señala que el Estado será responsable. Es una vergüenza cumplir 201 años de independencia con carreteras desintegrándose, aceras despedazadas o inexistentes y puentes a días de colapsar. ¿Cuándo y dónde será la próxima tragedia? ¿Quiénes serán las víctimas? Tanto el Ministerio de Obras Públicas y Transportes, como sus órganos y las municipalidades han mostrado desinterés, negligencia y falta de iniciativa en las últimas décadas para corregir y brindarle mantenimiento a nuestro patrimonio vial.
No es un secreto el bajo porcentaje del PIB que se asigna a transportes, ni tampoco es sorpresa la corrupción que tanto acompaña esta industria. Sin embargo, urge que el gobierno reaccione y comience una hoja de ruta para que las carreteras sean motores de desarrollo seguros para Costa Rica y no trampas mortales.
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