Cuando escucho a la ministra de Trabajo mandar a la gente a coger café como opción, según ella, de enfrentar la calamidad que enfrenta el país por el desempleo, me da un no sé qué; como si ir a coger café es simplemente agarrar un canasto y meterse entre los cafetales y como si en realidad fuera una posibilidad sostenible en el tiempo para el que, por desesperación más que por convicción haya aceptado o quiera aceptar esta opción.
Cuando veo a la ministra de Planificación esbozar una risa nerviosa cada vez que enfrenta a los medios o se le cuestiona públicamente, yo me pongo más nervioso, sobre todo, cuando recuerdo que ella es la coordinadora de un equipo o concejo económico que no tiene economistas.
Cuando escucho al ministro de Hacienda hablar de más financiamiento externo y de impuestos me inquieta que esas dos vías son las únicas que se puedan generar desde la hacienda pública.
Cuando veo o escucho al ministro de la Presidencia…suave, perdón, ¿cuál ministro de la Presidencia? …ni se ve ni se escucha. Recordé que en sus primeras intervenciones cuando asumió el cargo, le cantaron sus primeros “strikes”, y quieto en primera; nada de nada…
Cuando veo y escucho que su figura principal, su trapito de dominguear como lo ha sido el ministro Salas, ya se le está acabando su discurso, que muchos llaman del miedo, luego de 4 meses, cuando, gracias a él, ya tenemos más información sobre cómo enfrentar esta pandemia, uno se da cuenta que está perdiendo el manejo experto a la que había sometido al país.
Cuando escucho al presidente Alvarado quejarse ante los medios porque los diputados no le aprueban los presupuestos extraordinarios que él quiere, me doy cuenta de que no tiene otras posibilidades de maniobra. Cuando en su última cadena de televisión prácticamente condenó al país a la dependencia supranacional señalando como su ruta económica más endeudamiento con el FMI, uno se da cuenta de que prácticamente el oxígeno político y capacidad de maniobra del Gobierno está en su fase terminal.
Ha sido una serie de seguidillas de desaciertos y contradicciones dentro del Gobierno que han ido en aumento; la pandemia ya no es argumento suficiente como excusa de la crisis económica que, desde antes venía dándose, y hoy, como el virus, ha ido contagiando cada vez más a miles de personas.
Con el inicio de la pandemia prácticamente al Gobierno se le aprobó desde la Asamblea Legislativa cuanto proyecto y solicitud de presupuesto presentara. Todos los sectores de la economía respondían al unísono de lo que se decía desde las conferencias de prensa. Hoy, cuatro meses después, ese segundo aire que se le dio a Alvarado, tras la crisis derivada de la UPAD, ya se les está agotando.
¿Recuerdan cuando el presidente anunció en pleno discurso de rendición de cuentas anual, en mayo, que se rebajaría un 10% de salario como ejemplo, ante lo que se avecinaba con el que llamaron “aporte solidario”? Bueno, resulta que en los últimos días han venido hablando de un proyecto para rebajar jornadas y con ello salarios en el sector público de hasta un 15%. Y Alvarado anunció que ajustaría el rebajo en su salario al 15%, otra vez como ejemplo. ¿Qué creen?, como el proyecto ha generado rechazo en diversos sectores, ya se vislumbra una búsqueda de otras alternativas.
Primero, ¿cómo queda Alvarado luego de este ridículo mediático de ser ejemplo de algo que ahora para sus subalternos no tiene viabilidad política? Segundo, ¿será que este concejo económico se mete a un cuarto a plantear en papel una idea, la anuncian a los medios y dependiendo de la reacción popular la defienden o la abortan? Sólo así uno se explica que las ideas de este Gobierno carecen de sostenibilidad técnica, jurídica y política.
Y lo que más incómodo de todo es que, ante este hervidero político y social que se está levantando, hay ideas, propuestas, sugerencias de parte de actores políticos, económicos, de exministros, de empresarios, de ciudadanos “de a pie” para enfrentar la crisis económica ante la pandemia y parece que no llegan al Gobierno, o sencillamente no le interesa al Gobierno considerar.
Recordemos uno de los últimos reclamos del presidente en conferencia de prensa habitual del mediodía: que escuchaba voces ya en campaña política; ¿y qué? Primero, el presidente y cualquier funcionario público es susceptible a la crítica, venga de donde venga; segundo, cualquier persona puede manifestar sus aspiraciones políticas-electorales en cualquier momento, oportuno o no, esa es la Democracia; tercero, y quizás más importante: ¿no puede el Presidente actuar estratégicamente (o inteligentemente si usted lo prefiere) y escuchar esas voces, para identificar alguna idea que sea de provecho en estos momentos donde el oxígeno se le está acabando, y con ello a todos nosotros.
No es que el presidente haga lo que cualquier persona con intereses políticos o sin intereses particulares exprese, sino que, en estos momentos el Gobierno necesita ideas. Esa es el verdadero sentido de un gobierno de unidad nacional, no el que Alvarado ha vendido hasta el cansancio, con un rejuntado de figuras de diversos partidos. Unos han sido muy buenos, otros sólo han causado ruido dentro de su Gabinete.
Parece que primero se antepone el nombre de la persona que propone, antes que la propuesta misma, o se le etiqueta de derecha, izquierda, centro, neo antes de analizar la idea. Y mientras tanto, al Gobierno se le acaba el oxígeno…
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