“Mirad a los verdaderos héroes de estos días. No son los que tienen fama, dinero y éxito, sino los que se dan a sí mismos para servir a los demás. Sentíos llamados a jugaros la vida. No tengáis miedo a gastarla por Dios y por los demás”, dijo el Papa Francisco en su homilía del día de hoy.
A ellos, a los que se juegan la vida por nosotros quiero enviar un agradecimiento. A nuestros médicos, enfermeras y en general al personal de salud de nuestro país por su sacrificio y entrega en estos momentos tan difíciles. Ellos son nuestros héroes y ¿cómo hacemos para agradecer a nuestros héroes? ¿Cómo hacemos para rendirles el honor que se han ganado? ¿Cómo hacemos para merecer su valentía y su absoluta vocación de servicio? Cuando los héroes han salvado nuestra vida ¿cómo hacemos para expresar nuestra alegría? No podemos darles lo que quisiéramos: una medalla por cada día que han pasado frente a la cama de un enfermo en un hospital; por cada hora que han atendido a una persona en cuidados intensivos; por cada segundo que han vigilado a un anciano conectado a un respirador. No nos alcanzaría el tiempo ni el dinero para darles todas las medallas y trofeos que se merecen. Por eso solo puedo decirles gracias, muchas gracias. La palabra más hermosa que existe en nuestro idioma.
“El drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor. De este modo, en casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene”, continuó diciendo el Papa Francisco.
Ruego porque todo lo que hagamos en estos días sea una plegaria. Porque todo lo que hacemos en nombre de Dios y por su gloria es una plegaria. Es una plegaria la que eleva la madre en presencia del hijo dormido; es una plegaria, también, el golpe del azadón del labrador en el suelo inculto; es una plegaria el esfuerzo del joven que estudia y es una plegaria la risa del niño que juega en paz. Hoy, es una plegaria quedarnos en la casa y guardar el distanciamiento social por el bien nuestro y, especialmente, por el bien de nuestros hermanos. Es una plegaria y una esperanza de que pronto volveremos a reencontrarnos los unos con los otros más fuertes y más solidarios. Recordemos que, al calor del fuego, Dios templa sus metales.
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