Agenda Viva: ¿Alternativa real o más de lo mismo?

Siempre es positivo que surjan iniciativas que busquen aportar al país. Hay que celebrarlo. Costa Rica necesita ideas, debate y espacios de construcción política. Pero cuando una iniciativa tiene vocación electoral, su viabilidad debe analizarse con los mismos criterios que con cualquier otro actor político.

El lanzamiento de Agenda Viva no fue solo el anuncio de resultados de un ejercicio de pensamiento, fue además una declaración de intenciones políticas. Y eso abre una serie de preguntas inevitables.

1. El reto de la credibilidad: ¿Por qué ahora y no antes?

En política siempre, pero especialmente ahora, la credibilidad lo es todo. No se impone, se construye. Las caras visibles de Agenda Viva provienen de partidos que ya han estado en el poder, que han sido parte del sistema político que gobernó el país y en muchos casos, siguen hoy teniendo representación en la Asamblea Legislativa.

Inevitablemente a las personas les van a surgir preguntas de ¿Por qué ahora y no antes? ¿Por qué, habiendo pasado algunos por el Ejecutivo y otros por el Congreso, no impulsaron estos cambios? ¿Por qué, si la institucionalidad está en crisis, no la reformaron a tiempo?

La crisis institucional puede estar acentuada, pero no es nueva. El deterioro de la confianza en la política es un proceso, ojalá de años, es de décadas. Y cuando figuras que fueron parte de ese proceso de degradación reaparecen proponiendo soluciones, un electorado escéptico es normal.

Las reacciones en redes ya lo reflejan, hay una desconfianza inicial hacia el proyecto y su verdadero propósito. Si la iniciativa no da respuestas claras y creíbles a estas preguntas, el electorado las responderá por su cuenta.

2. ¿Reconstrucción del pasado o construcción del futuro?

Mucho del discurso del anuncio Agenda Viva tuvo un tono de reconstruir la institucionalidad del pasado. Puede haber sido solo una mala ejecución del mensaje de lanzamiento, pero se autoimpusieron tener que responder de arranque, si quieren restaurar lo que existía o construir algo realmente nuevo. Si la respuesta es que “antes todo funcionaba mejor y hay que regresar a eso”, tres retos se hacen evidentes:

¿Es válido? Si la institucionalidad pasada fuera suficiente, no estaríamos en la crisis actual. Volver al modelo del pasado no necesariamente soluciona los problemas actuales.

¿Es creíble? El electorado ya rechazó este tipo de propuestas cuando decidió romper con el bipartidismo. La historia reciente demuestra que la gente no quiere “volver a lo de antes”, quiere algo distinto.

¿Es vendible? En un país que ha votado por cambio tras cambio en cada elección reciente, ¿qué tan atractivo es un discurso basado en restaurar lo que ya existía?

La gente no vota por nostalgia, vota por esperanza. Si Agenda Viva no ofrece algo realmente nuevo y diferenciado, corre el riesgo de quedar atrapada en la percepción de ser un reciclaje político más.

3. ¿Qué es realmente Agenda Viva?

El comunicado de lanzamiento habla de ideas, propuestas y de un espacio de construcción política. Se habló de que no son un partido, pero también se habló de la posibilidad de coaliciones.

Al final no queda claro qué son exactamente: ¿Un grupo de pensamiento o una plataforma electoral? ¿Un espacio de debate o un intento de coalición? ¿Buscan generar incidencia o convertirse en un actor electoral directo? ¿Son un vehículo para aspiraciones personales de algunos fundadores o tienen vocación real de Gobierno?

El problema de esa indefinición es doble. Si son solo un espacio de pensamiento, difícilmente lograrán incidencia real. Si son una plataforma electoral en construcción, mejor plantearlo abiertamente y definir cómo y con quién se alinean.

Especialmente para figuras que no son necesariamente nuevas, la transparencia es lo mejor. Si no son claros desde el inicio, el electorado lo interpretará como un intento más de las élites políticas por disfrazarse, pero sin cambios de fondo.

4. ¿Dónde encaja Agenda Viva?

Desde el 2014, Costa Rica ha experimentado un proceso de transformación política acelerado. 2014-2018: Cambio dentro del sistema, 2022: Ruptura con el sistema y 2026 es incierto ¿consolidación o nueva transformación?

En ese contexto, cualquier movimiento que aspire a ser alternativa debe entender que la gente ya rechazó lo viejo. Si Agenda Viva no logra definir claramente qué la hace diferente y por qué el electorado debería confiar en ella, simplemente será una iniciativa que más allá del nombre, es difícil que nazca a la vida política.

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