Acaparamiento de agua y conflictos modernos

A la palabra ‘agua’ se pueden asociar diversos significados: vida, belleza, salud, derechos, bien común, renacimiento, purificación. Desde los tiempos antiguos ha sido descrita como bien precioso e indispensable, y por tal razón, honorada y respetada. Las mitologías orientales, sumerias, egipcias y hebraicas describen teogonías e cosmogonías basadas sobre el mito de Océano.

El filósofo griego Tales de Mileto indicaba el agua como sustancia de la cual deriva la creación, su fluidez explica también los cambios de las cosas mismas. La historia humana nos narra de su importancia y particularmente en el último siglo nos demuestra como el problema del agua sea universal y se relaciona con diversos aspectos de nuestra existencia: desde el tema de los derechos humanos, a los cambios climáticos, hasta la sobrevivencia misma de las especies.

El agua es un elemento esencial para la vida, pero también un recurso clave en el juego de la geopolítica global, muchas veces esa constituye un recurso clave que determina iniciativas políticas y militares, alianzas, condiciones de sobrevivencia.

Las guerras del futuro explotarán por el agua, el nuevo oro azul, nacerán por conflictivos intereses ligados a la gestión del recurso, sobre todo en muchas cuencas hidrográficas compartidas entre dos o más estados. Un riesgo latente y que podría involucrar millones de personas. El agua está resultando un recurso peligrosamente raro en todo el mundo y esta situación alimenta la carrera para asegurarse un abastecimiento estable y crecen los temores por el aumento de las víctimas en conflictos ligados a la carencia hídrica.

En el 2010 una resolución de la ONU estableció el derecho de cada persona al acceso al agua potable y segura “un derecho humano universal y fundamental”, como extensión del derecho a la vida. A pesar de eso, garantizar el acceso a recursos hídricos seguros es un reto apremiante. Los datos hablan claro y más bien asustan. Según el reporte del 2019 realizado por la Unicef en colaboración con la OMS, un habitante del planeta sobre 10 (alrededor de 785 millones de personas) no disponen todavía de un acceso seguro al agua, Así importante, y así escaza: es por eso que por esa se combate también militarmente.

¿Pero porque el agua escasea? Algo nos dice en merito uno de los temas más en boga del momento: los cambios climáticos. De hecho con el aumento de las temperaturas las regiones desérticas se amplían empeorando la difícil emergencia hídrica que sufren muchas zonas áridas, entre las cuales el África Subsahariana, el Medio Oriente y Europa. También la contaminación de las faldas acuíferas causado por pesticidas y fertilizantes hacen su parte.

Las “Guerras del Agua” representan el presente y el futuro en el mapa de los conflictos globales, sea a nivel nacional que internacional. En particular al interno de un estado, una guerra ligada a la penuria del agua tiende a acentuar las divisiones sociales y se enfrentan poblaciones que se abastecen de las mismas fuentes hídricas.

El caso más emblemático es representado por el Nilo, el río más extenso del mundo, si bien es cierto en el imaginario colectivo este río está ligado a la historia milenaria de Egipto, la realidad nos presenta una cuenca hidrográfica enorme que comprende 10 países diferentes, Egipto, Sudán, Etiopía, Eritrea, Kenia, Uganda, Tanzania, Ruanda, Burundi y la República Democrática del Congo.

Cada uno de estos países quiere ejercitar su derecho de construir digas con plantas hidroeléctricos y desarrollos agrícolas intensivos, proyectos legítimos, que responden al interés nacional, sea económico que de seguridad, pero que violan los acuerdos internacionales. El primer acuerdo sobre las aguas del Nilo fue estipulado en el 1929 entre Egipto y Gran Bretaña, que actuaba en nombre de sus colonias en África Oriental.

Posteriormente en 1959, poco antes del inicio de las obras para la grande diga de Asuán, fue renegociado, repartiendo entre Egipto y Sudán respectivamente 55,5 y 18,5 billones de metros cúbicos de agua por año. Pero la mayor parte de los estados ribereños, bajo régimen colonial no participaron a la repartición y desde hace años solicitan de reabrir el negociado para establecer cuotas más ecuas para el uso de las aguas. Tanzania en el 2004 alzó la voz, dando inicio a la construcción de un acueducto de 170 kilómetros, necesario para llevar agua a las zonas nororientales del país, afligidas por una aridez constante. Una movida que hizo reaccionar inmediatamente a Egipto que amenazó incluso con el uso de la fuerza militar.

Hoy quizás la alarma más grave llega de Pakistán e India, las tensiones se han exacerbado con las decisiones del gobierno de Nueva Delhi de construir una diga sobre el río Ravi, compartido por los dos rivales  y cuyas aguas pertenecen a la India, pero que también fluyen en Pakistán. Este país presenta un perfil hídrico dramático y la falta de agua está colapsando el sector agrícola, por lo que la diga no hará que empeorar la emergencia. En un moderno escenario de guerra, eso que asusta en este eventual conflicto es el hecho que están involucradas dos potencias nucleares, esperemos que esa no sea la gota que hará derramar el vaso.

En el Mekong, el gran río indochino que, naciendo en Tíbet, pasa a través de China, Birmania, Laos, Tailandia, Camboya y Vietnam. Después de años de colaboración gracias a los organismos internacionales, creado bajo tutela de la ONU para gestionar las aguas, en los últimos años las relaciones entre los países ribereños se han deteriorado a causa de los proyectos para construir digas por parte de China, que no tiene la mínima intención de revocar dichos proyectos, continuando así a menoscabar las relaciones con sus vecinos.

Otra zona geopolítica a riesgo de guerra por el agua es el Medio Oriente, que junto al Nord-África representan el 5% de la población mundial, pero disponen solo del 1% de los recursos hídricos del planeta, según datos de la Green Cross International. Más allá de eso, la mayor parte de las ya exiguas cuencas hidrográficas del Medio Oriente están divididas entre países que, -después de la creación del Estado de Israel en 1948-, están en conflicto entre ellos también por motivos políticos y militares. Cada guerra árabe-israelí ha tenido entre sus objetivos también aquel del control de las aguas.

La cuestión ligada a la distribución de los recursos del Jordán, la principal fuente de la región, cuya cuenca comprende Líbano, Siria, Israel y Jordania,  es uno de los elementos al centro de las negociaciones para la resolución del conflicto árabe-israelí.

Mirando hacia la cuenca del Tigris- Éufrates, la competición por la explotación de los recursos hídricos ve protagonista Turquía, que aprovechando los conflictos geopolíticos de Irak y Siria, está desarrollando en el Kurdistán un gigantesco proyecto hídrico llamado GAP, para la construcción de una serie de digas e cuencas artificiales que afectarán a los otros dos países, los cuales no pueden hacer nada, excepto protestar por el robo de sus recursos hídricos.

Alrededor del 70% del agua dulce utilizada cada año en el mundo es dedicada a la agricultura, según datos de la Organización para la Alimentación y la Agricultura FAO. Será necesario reestablecer los mecanismos del comercio mundial de alimentos, que en sustancia se reduce al comercio del agua usada para producir alimentos.

Según los expertos, en un contexto en el cual la población mundial continuará a crecer será fundamental encontrar el modo de reducir la cantidad de agua usada para la agricultura y contemporáneamente aumentar la producción, para evitar un empeoramiento en la escases de alimento sobre todo en las grandes ciudades en constante expansión.

Para desactivar muchos de los conflictos latentes, servirá un uso más inteligente y eficaz de los recursos, que como sabemos son limitados. Tendremos que cambiar nuestro modo de actuar y acercarnos al futuro sostenible más rápidamente de lo que estamos haciendo ahora.

Los artículos de opinión aquí publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de EL MUNDO. Cualquier persona interesada en publicar un artículo de opinión en este medio puede hacerlo, enviando el texto con nombre completo, fotocopia de la cédula de identidad por ambos lados y número de teléfono al correo redaccion@elmundo.cr.

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