Exactamente en un año a estas horas habrán cerrado las urnas electorales en las siete provincias de este pedacito de tierra. Estarán echados los destinos de las 82 municipalidades e intendencias; se habrá llevado a cabo una nueva contienda electoral que de seguir la tendencia actual estará basada lamentablemente en una carnicería sangrienta de redes sociales, se lanzarán al aire acusaciones de todo tipo, verdaderas o no, tratarán de dividirnos a propios y ajenos; y quienes hoy ostentan cargos públicos, invertirán sus muy jugosos salarios para asegurarse su continuidad.
Mientras tanto, el costarricense ávido de soluciones, tendrá que ingeniárselas para entre tanto ruido, descubrir un proyecto, identificar opciones viables, mantenerse al margen de debates superfluos que dañan a la familia y que socavan los cimientos de la democracia promoviendo el abstencionismo; tendrá que llenarse de esperanza y convencerse de volver a creer y soñar que esta vez, ese político que lo va a ver a los ojos no le está mintiendo y que sus motivaciones son las correctas; tendrá que guardar sus décadas de desengaños y burlas, y levantarse una vez más por su país para asistir a un recinto de votación y firmar ahora con desdén un nuevo pacto de fe.
Qué difícil es ser patriota ahora que al borde del abismo nos encontramos como sociedad, cómo encontrar esa chispa que nos mueva ya no solo a votar con entusiasmo, sino a participar activamente en la conformación de una nueva clase política; será que esas leyendas urbanas de la fiesta electoral que se vivía en Costa Rica cada cuatro años es solo eso, un vago recuerdo; será que quienes seguimos luchando por la construcción de una sociedad más justa, segura y solidaria debemos darnos por vencidos; será que es muy tarde para que este país cambie el rumbo y se dirija con transparencia hacia el desarrollo y la igualdad de oportunidades que tanto anhelamos.
Llámenme soñadora, pero yo aún creo, aún creo que el tico tiene lo necesario para alcanzar niveles óptimos de calidad de vida; aún creo que en este país hay profesionales capaces e idóneos para hacer que la cosas se hagan correctamente; aún creo que hay suficientes humanistas que pueden convertir esta finca en un lugar en el que podamos vivir en armonía, respetándonos y ayudándonos entre todos; aún creo que los gobiernos locales pueden alcanzar sus máximos indicadores con disciplina y eficiencia. Aún creo que estamos a tiempo, aún creo que Costa Rica lo merece, aún creo en la gente, aún creo en mi gente
¡Yo, aún creo que los buenos somos más!
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