El mensaje de Año Nuevo del presidente Xi Jinping fue, en los hechos, una radiografía política del presente y del rumbo de China. Bajo la forma de un saludo de fin de año, el mandatario articuló un balance integral del poder chino: economía, tecnología, cultura, cohesión social, política exterior y, de manera explícita, las líneas rojas en materia de soberanía, con Hong Kong, Macao y Taiwán como ejes centrales.
Lejos de un tono ceremonial, el discurso funcionó como un mensaje interno de legitimación y como una advertencia externa cuidadosamente calibrada.
El cierre del XIV Plan Quinquenal: legitimación del modelo
Xi abrió su mensaje subrayando que 2025 marca la culminación del XIV Plan Quinquenal, presentado como un periodo “extraordinario” en el que China cumplió los objetivos trazados pese a dificultades y desafíos globales. El dato no fue menor: el volumen económico total del país alcanzaría los 140 billones de yuanes, una cifra utilizada para reforzar la narrativa de estabilidad, crecimiento y planificación exitosa.
El presidente vinculó ese avance económico con el fortalecimiento del poder nacional integral: economía, ciencia, tecnología y defensa. El subtexto fue claro: el modelo chino funciona y debe tener continuidad.
Potencia tecnológica y autosuficiencia estratégica
Uno de los bloques más extensos del discurso estuvo dedicado a la innovación. Xi destacó el desarrollo de inteligencia artificial, los avances en chips propios, la integración de la ciencia con la industria y la carrera espacial, con misiones como Tianwen-2. También citó hitos de alto valor simbólico y estratégico, como la entrada en servicio del primer portaaviones chino con catapulta electromagnética.
La tecnología no apareció solo como poder duro. Xi la acercó a la vida cotidiana: robots humanoides, drones y espectáculos tecnológicos que, según el mensaje, hacen “más colorida” la vida del pueblo.
El mensaje de fondo fue inequívoco: China avanza hacia la autosuficiencia tecnológica en un mundo cada vez más fragmentado.
Cultura, identidad y soft power
El mandatario dedicó un apartado relevante a la cultura como “hogar espiritual” de la nación. Mencionó el auge de museos, reliquias culturales, patrimonio inmaterial y la proyección internacional de figuras de la mitología china como Wukong y Nezha. También destacó el crecimiento del turismo cultural y el arraigo del deporte como fenómeno social.
La cultura fue presentada como un puente entre tradición y modernidad y como una herramienta de proyección global. En términos políticos, el mensaje refuerza la idea de que China no solo exporta bienes y tecnología, sino identidad.
Bienestar social y contrato con el pueblo
Xi insistió en que el desarrollo debe traducirse en bienestar tangible. Enumeró medidas concretas: protección de trabajadores en nuevas formas de empleo, mejoras para adultos mayores y subsidios mensuales para familias con hijos.
“Nada es insignificante si atañe a la vida del pueblo”, afirmó, reforzando la narrativa de un Estado atento a los detalles de la vida cotidiana. Este apartado cumple una función clave: sostener el contrato social que legitima el poder del Partido.
Hong Kong y Macao: autonomía sí, soberanía no
En el tramo más político del discurso, Xi reafirmó la implementación “inquebrantable” de la política de “un país, dos sistemas”. El mensaje hacia Hong Kong y Macao fue directo: integración al desarrollo nacional, prosperidad y estabilidad, pero sin cuestionar la soberanía ni la autoridad central.
La referencia a Guangdong, Hong Kong y Macao avanzando “al unísono” buscó transmitir normalidad y cohesión, en contraste con las tensiones políticas de años recientes.
Taiwán: una línea roja explícita
El tono se endureció al abordar Taiwán. Xi habló de lazos de sangre y parentesco entre los chinos de ambos lados del Estrecho y calificó la reunificación como una “tendencia de los tiempos” e “imparable”.
No fue una mención simbólica. En un discurso de alcance masivo, el presidente dejó claro que Taiwán no es un tema abierto a negociación política, sino un objetivo histórico y estratégico del Estado chino. El mensaje apuntó tanto al público interno como a los actores internacionales que observan con atención el equilibrio en Asia-Pacífico.
Política exterior: China como actor responsable
Xi presentó a China como un país comprometido con la paz y el desarrollo global. Mencionó la Organización de Cooperación de Shanghái, la Reunión Global de Líderes sobre la Mujer, las nuevas contribuciones climáticas y la Iniciativa para la Gobernanza Global, con la que propone un sistema internacional “más justo y razonable”.
En un mundo marcado por guerras y turbulencias, China se ubicó —en el discurso— “del lado correcto de la historia”.
El Partido Comunista como columna vertebral
El presidente fue explícito: solo un Partido Comunista fuerte puede garantizar una China fuerte. Destacó la lucha contra la corrupción, la disciplina interna y la “autorrevolución” del Partido como condiciones para una gobernanza duradera.
Este apartado cerró cualquier duda sobre el rumbo político: reformas, sí; cesión de poder, no.
Mirada al futuro: el XV Plan Quinquenal
Xi proyectó 2026 como el inicio del XV Plan Quinquenal, insistiendo en planificación, objetivos claros y desarrollo de alta calidad. El discurso cerró con un llamado al optimismo, al esfuerzo colectivo y a convertir los sueños en realidades.