Vacuna rusa contra el COVID-19: más incógnitas que certezas

» Los principales cuestionamientos son la falta de evidencia científica independiente sobre su eficacia y la poca cantidad de pruebas clínicas, lo que pone en tela de duda su seguridad.

Redacción, 12 ago (elmundo.cr) – El anuncio del presidente Vladimir Putin que Rusia había desarrollado la primera vacuna eficaz contra el COVID-19 está creando una grande controversia al interno de la comunidad científica internacional.

Muchos estudiosos consideran la decisión rusa  de registrar una vacuna antes del debido proceso de experimentación como precipitosa, además achacan a Moscú no haber hecho públicos los estudios sobre el fármaco, de ahí que los expertos no están en grado de confirmar ni la seguridad ni la eficacia declarada por el Kremlin. Hasta que no se tengan datos confirmados para muchos investigadores occidentales se trata solo de anuncios propagandísticos que podrían resultar contraproducentes.

Con este anuncio  Rusia pretende posicionarse mundialmente para encontrar una vacuna eficaz contra el virus. Esto podría tener importantes repercusiones políticas, comerciales y financieras a nivel internacional. El jerarca ruso quiere presentarse al mundo  como un actor de primer nivel en la investigación médica, equiparándose a las potencias como China, Estados Unidos, Alemania o Gran Bretaña, donde ya están en la fase 3 de experimentación los proyectos para producir la vacuna contra el COVID-19.

Actualmente la Organización Mundial de la Salud (OMS) evalúa 26 vacunas de los diferentes laboratorios alrededor  del mundo que están siendo probadas en ensayos clínicos (en el hombre). La mayoría de estos ensayos se encuentran en la “fase 1” (destinada principalmente a evaluar la seguridad del producto), o en “fase 2” (donde se prueba la eficacia). Solo cinco están en “fase 3”, la más avanzada, donde se comprueba la eficacia con miles de voluntarios. Son las vacunas que están desarrollando los laboratorios BioNTech en Alemania, la estadounidense Pfizer, los dos proyectos de los laboratorios chinos Sinopharm y Sinovac, y el que realiza la Universidad de Oxford con la farmacéutica británica AstraZeneca.

El fabricante de la vacuna rusa es  el Centro de Investigación Epidemiológica y Microbiología Nikolai Gamaleya, en colaboración con el Ministerio de Defensa, está en fase 1, según la base de datos de la OMS. Sin embargo, el fondo soberano ruso implicado en su desarrollo asegura que la fase 3 de los ensayos clínicos iniciará hoy. Según las autoridades sanitarias rusas, la vacuna será suministrada  primero a los operadores sanitarios y a partir del 1 de enero de 2021 al resto de la población.

Creada de forma artificial, a base de un vector viral modificado para exprimir la proteína ‘spike’, similar a aquella experimentada por los chinos, la vacuna se presenta en forma liofilizada, como un polvo que se mezcla con un excipiente para disolverlo y luego administrar vía intravenosa.

Algunos científicos entrevistados por la revista Nature, aseguraron que el tema de la seguridad es motivo de especial preocupación ya que no se ha realizado un ensayo a gran escala. Para Francois Balloux, del University College London, “es una decisión precipitada e imprudente. La vacunación masiva con una vacuna que no se ha probado adecuadamente no es ética”, mientras que para Svetlana Zavidova, directora de la Asociación de Organizaciones de Ensayos Clínicos de Rusia, es “ridículo dar autorización sobre la base de estos datos”

En un artículo de opinión publicado por el diario británico The Guardian, el epidemiólogo Gideon Meyerowitz-Katz, aseguroi que “la única diferencia perceptible entre la vacuna rusa y cualquiera de las otras que se han visto en las noticias es que esta se ha saltado la mayoría de las fases de prueba que vienen antes de la licencia. En realidad, no tenemos ni idea de si es segura y eficaz”, detalló.

Tras el anuncio ruso, la OMS advirtió que la homologación de una vacuna exige procedimientos “rigurosos”, entre ellos el examen y la evaluación de todos los datos de seguridad y eficacia requeridos en ensayos clínicos. “Acelerar los progresos no debe suponer arriesgar la seguridad”, señaló el portavoz de la OMS Tarik Jasarevic, quien añadió  que la organización está en contacto con las autoridades rusas y de otros países para analizar los progresos de las distintas investigaciones sobre las vacunas.

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