Caracas, 2 ago (VOA) – En Caracas, la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), uno de los centros de estudio más prestigiosos de Venezuela, desarrolló un programa de conservación y sostenibilidad ambiental en los tejados de uno de sus edificios de aulas. Una manera económica e incipiente de hacerle frente al cambio climático mediante una iniciativa conocida como ‘Techo verde UCAB’.
En estos tiempos, el cambio climático parece haberse convertido en el tema de moda. En países como Venezuela, el calentamiento global, según expertos, amenaza con dejar daños irreparables en el ecosistema. La Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible, en 2018, ubicaba a Venezuela en el puesto 108 de 162, lo que indicaba que todavía había mucho por hacer en materia de conservación, reciclaje y educación ambiental.
Sin embargo, en medio de una populosa Caracas, llena de basura y estructuras que muestran señales de abandono, se impone un techo cubierto con plantas y paneles solares.
Explica el profesor de sostenibilidad ambiental, Joaquín Benítez, que todo comenzó como una tesis de grado de dos estudiantes de ingeniería civil. “Empezamos a ubicar opciones (…) y bueno, dimos con que el techo verde era una opción”.
Según Samantha Barrios, especialista en sostenibilidad ambiental, todos queremos sembrar y reforestar, pero para hacerlo bien, “debemos seguir una serie de pasos que aprendemos con una muestra como ésta”.
Este ‘techo verde’ mide más de 400 metros cuadrados y alberga siete jardineras, 30 paneles solares y un pequeño generador eólico que producen los 7.400 vatios de energía que se necesitan para iluminar el área y dos salones del edificio. Tuvo un costo de 70.000 dólares y los equipos fueron traídos de España y China.
“Es muy difícil ¿no? Porque tenemos tantos problemas en el país, que capaz lo último que estamos viendo es el tema del cambio climático, el tema de reciclar. Es difícil (…) hay muchísimo trabajo en la parte de educación”, dice la estudiante de la UCAB Kiowa Suárez.
Pero, como dicen popularmente, por algo hay que empezar, sobre todo porque las huellas de una pobre conciencia ambiental, tarde o temprano, promete pasarle factura a la especie humana.