Roma, 6 may (elmundo.cr) – Olga Babayeva, una agricultora de 52 años de la región de Samukh, en el noroeste de Azerbaiyán, es una empresaria ampliamente reconocida en su comunidad. Aparte de ser la mayor productora de semillas de hortalizas como la cebolla, el cilantro, el eneldo, el rábano y el perejil, también es conocida por su firme apoyo a la participación de las mujeres en la agricultura.
La vida agrícola la atrajo desde pequeña, pues pasaba sus vacaciones de verano ayudando a sus padres a plantar hortalizas. En la década de 1990, tras el colapso de la Unión Soviética, una joven Olga de 19 años se convirtió en la primera joven agricultura de la aldea de Fuzuli cuando comenzó a alquilar una parcela de 10 hectáreas para cultivar remolacha.
“Pero no fue tan fácil”, afirma sonriendo Olga, que ahora cultiva un total de 14 hectáreas.
Durante más de 30 años se ha dedicado activamente a la agricultura más allá de la mera producción de cultivos. También gestiona la cooperativa de semillas de hortalizas Barakat (que significa “bendición” en azerí), con 1 400 miembros, y estableció la Corporación de Semillas y Hortalizas de Samukh, que garantiza análisis de laboratorio para la selección y el secado de semillas. Actualmente, la corporación vende semillas tanto en mercados nacionales como extranjeros.
“Al principio, afronté situaciones en las que los conductores de tractores (que generalmente eran hombres) rechazaban cultivar mi tierra solo porque era mujer, o los funcionarios del organismo gubernamental local desatendían mis solicitudes porque no aceptaban el hecho de que una mujer pudiera dedicarse profesionalmente a la agricultura”, recuerda Olga. “‘Tu lugar está en la cocina, no en el campo’, eso es lo que las mujeres escuchan muy a menudo”.
El empoderamiento de las mujeres del medio rural a través de la agricultura tiene gran potencial en el país. Según el Comité Nacional de Estadística de Azerbaiyán, el 77 % de las mujeres reside en zonas rurales, y el porcentaje de mujeres emprendedoras que participan en la agricultura, la actividad forestal y la pesca es mayor que el de hombres (el 32 % en comparación con el 24 %).
Sin embargo, las mujeres se enfrentan a una serie de desafíos como, por ejemplo, la desigualdad salarial por razón de género, la informalidad de los puestos de trabajo y una triple carga de trabajo (el trabajo en el hogar, la producción para el hogar y el trabajo asalariado). En total, las mujeres realizan una media de seis horas de trabajo no retribuido, mientras que los hombres solo dedican dos horas al mismo. Además, el acceso deficiente a los servicios sociales dificulta que muchas mujeres aprovechen todo su potencial.
“Como estaba divorciada con un hijo y una hija pequeños a mi cargo, no tenía otra opción que ganarme la vida para sobrevivir. Tuve que trabajar mucho más duro que cualquier otro agricultor hombre porque tenía una responsabilidad triple: trabajar en la explotación y en casa, así como participar en las iniciativas de la aldea”, señala Olga.
“Actualmente, mis hijos son adultos, pero las percepciones y los desafíos siguen estando ahí”.
Como resultado de sus experiencias, conoce muy bien las dificultades que afrontan las mujeres en la agricultura, pues ha tenido que pasar por muchas de ellas. Esto es por lo que la FAO consideró que era la persona perfecta para guiar a otras agricultoras. Para ello, Olga recibió varios cursos de capacitación de la FAO sobre agricultura y dirección de empresas y participó en un taller de capacitación para instructores.
Desde 2020, la FAO, en cooperación con el Gobierno de Azerbaiyán, ha prestado apoyo a las mujeres del medio rural para mejorar sus conocimientos y prácticas agrícolas mediante tecnologías innovadoras relacionadas con el cultivo de árboles frutales y hortalizas, la cría de ganado y la avicultura, entre otros ámbitos.
“Las mujeres participan en la producción agrícola; sin embargo, suelen contar con menos capacitación en materia de ventas y comercialización y tienen poca información sobre microcréditos y servicios no financieros”, apunta Flora Poladova, experta principal en materia de proyectos de la FAO en Azerbaiyán. “Con la mejora de las técnicas agrícolas, podrán dedicarse a la agricultura comercial. El incremento de sus ingresos mediante competencias esenciales relacionadas con los negocios, la comercialización y el liderazgo elevará, de hecho, la confianza en sí mismas de las mujeres y hará que sus voces se oigan”.
“La FAO desempeña una función de intermediación entre las agricultoras y los proveedores de servicios públicos y privados. Actualmente estamos trabajando para cerrar esta brecha, lo cual ayudará a las mujeres a obtener información sobre servicios de asesoramiento gratuitos, préstamos en condiciones favorables y otros servicios”, añade la Sra. Poladova.
Para mantener el impulso, el proyecto de la FAO moviliza grupos de mujeres del medio rural y ya ha logrado establecer vínculos entre 100 agricultoras de 20 regiones de Azerbaiyán. Como parte de esta red, Olga se comunica con otros miembros y comparte conocimientos agrícolas a través de una aplicación de mensajería móvil.
“¡Estoy muy feliz de formar parte de los grandes cambios que están por venir!”, exclama Olga. “Agradezco que las mujeres no estén solas y que exista apoyo para ellas. Las mujeres y las niñas merecen oportunidades y un trato justos y, una vez que su situación financiera sea estable, estarán en condiciones de hacer oír su voz para que se las reconozca en condiciones de igualdad”.
A través de este proyecto, la FAO está trabajando con el Gobierno de Azerbaiyán para responder de manera más adecuada a los desafíos actuales y futuros del sector agrícola, integrando a las mujeres como agentes principales para que el sector sea más productivo e inclusivo.
La historia original y las fotos relacionadas se pueden encontrar en: https://www.fao.org/fao-