En medio de los pintorescos paisajes desérticos de Rigan, en la provincia sudoriental de Kerman (República Islámica del Irán), una comunidad está experimentando un notable renacimiento de su tradición culinaria al tiempo que defiende la sostenibilidad ambiental.
Esta transformación es fruto del proyecto “Rehabilitación de paisajes forestales y terrenos degradados”, una iniciativa dirigida por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y financiada por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM). El proyecto se ha convertido en un catalizador del empoderamiento económico y la conservación del medio ambiente en Rigan, centrándose en las comunidades locales y las mujeres.
Sin embargo, Rigan, conocida por su cultivo de dátiles, cítricos, sésamo y henna, se enfrenta al importante desafío de la desertificación. Caracterizada por sus extensas planicies e imponentes montañas, Rigan experimenta temperaturas que pueden superar los 50 °C en pleno verano. La región posee palmeras de dátiles y plantaciones de cítricos que crecen en sus zonas más tropicales.
No obstante, la degradación de la tierra y la pérdida de biodiversidad son acuciantes, principalmente debido a las prácticas agrícolas insostenibles y la deforestación. Estos problemas se ven agravados por el sobrepastoreo, la recolección excesiva de productos forestales y los incesantes desplazamientos de arenas, que empeoran la erosión eólica y reducen la eficacia de los ecosistemas de las cuencas hidrográficas.
Además, las comunidades dependen tradicionalmente de la madera y los arbustos para obtener el combustible necesario para sus hornos de barro, una práctica que también dio lugar a la deforestación y la degradación ambiental.
Como una de sus respuestas, el proyecto de rehabilitación de la FAO distribuyó 750 hornos de gas y 500 cocinas que consumen poca leña, especialmente en comparación con los artefactos de barro, lo que permitió reducir la deforestación y contribuyó a recuperar la elaboración tradicional del pan komaj.
El pan komaj —un manjar que incorpora el dulzor de los dátiles y el aroma del cardamomo, complementado con los tonos terrosos del comino, una especia básica de la región— es un elemento central de este renacimiento.
El cambio a la utilización de hornos de gas ha permitido a las mujeres de Rigan incrementar la producción de pan komaj, que pasó de ser un alimento básico de los hogares a convertirse en una fuente de ingresos. Este cambio no solo preserva una valiosa tradición culinaria, sino que también aporta nuevas perspectivas económicas para las mujeres de la comunidad, que pueden vender su producto en los mercados locales, lo cual también contribuye a su resiliencia económica.
Junto con la ejecución de actividades como la plantación de cortavientos orgánicos, la construcción de estructuras de gestión de cuencas hidrográficas y el establecimiento de presas de sedimento, una menor necesidad de talar árboles y arbustos para obtener combustible mejoró el estado de los bosques y pastizales de las zonas áridas y redujo la gravedad de la erosión eólica en casi 75 000 hectáreas de tierras en Rigan y la provincia de Jorasán del Sur.
En Rigan, en particular, el proyecto ayudó a las aldeas a restaurar 2 250 hectáreas de tierras agrícolas y pastizales mediante el cultivo de plantas resistentes a la sequía y a la salinidad. En 1 650 de estas hectáreas se plantaron especies que pueden regarse con aguas residuales de forma segura.
El proyecto contó con la participación activa de los habitantes locales, que rehabilitaron su ecosistema y aplicaron prácticas de gestión sostenible de la tierra. Se capacitó a las comunidades sobre la importancia de la conservación y se les brindaron instrumentos para adoptar estas prácticas.
Asimismo, el establecimiento de fondos de microcréditos locales en el marco del proyecto redujo las presiones sobre los bosques y los recursos naturales. En un esfuerzo por diversificar las fuentes de ingresos más allá de los productos forestales, el proyecto fomentó el cultivo de alfalfa, palmeras de dátiles y plantas medicinales y la cría de pavos. Además, prestó apoyo a diversas habilidades artesanales, como el bordado, la costura, la fabricación de artesanías y el hilado de fibras de palmera.
Mediante la capacitación técnica y la difusión de conocimientos, el proyecto de rehabilitación garantizó que sus enseñanzas y mejores prácticas llegaran a un público amplio, fomentando una cultura de aprendizaje y adaptación. Este componente educativo es vital para la sostenibilidad de los resultados del proyecto, ya que proporciona a los miembros de la comunidad los conocimientos necesarios para proseguir sus esfuerzos de conservación.
El proyecto de rehabilitación ha puesto de manifiesto que la conservación ambiental y el desarrollo económico no son mutuamente excluyentes. La recuperación de la elaboración del pan komaj en Rigan es un símbolo de esta combinación armoniosa, ya que muestra cómo pueden reinventarse las prácticas tradicionales a fin de respaldar los medios de vida y el planeta.
El papel fundamental que desempeñan las mujeres a la hora de promover y apoyar el desarrollo sostenible y la importancia de integrar el patrimonio cultural en los esfuerzos de conservación es otra prueba del éxito. Cuando las mujeres de Rigan hornean su pan komaj en hornos de gas, no solo preservan una tradición culinaria, sino que lideran el camino hacia el desarrollo rural, lo que demuestra que incluso los cambios más simples pueden tener repercusiones significativas.
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