Trump marca el ritmo y endurece discurso migratorio de republicanos

Donald-Trump

Por Peer Meinert (dpa)

Washington, 20 ago (dpa) – No hay cientos de inmigrantes ahogándose frente a las costas estadounidenses, ni imágenes de campamentos de refugiados superpoblados en los telediarios de la noche. Sin embargo, en Estados Unidos el debate sobre la inmigración tiene un nombre muy concreto: Donald Trump.

El precandidato presidencial republicano calienta los debates como ningún otro. Sus declaraciones son fuertes: para mantener alejados a los “ilegales”, se debe construir un muro en la frontera con México. “En primer lugar debe construirse un muro en la frontera por el que debe pagar México”, subrayó ante sus seguidores en Nueva Hampshire. Una y otra vez dice que hay muchos criminales entre los “ilegales”. Cree que quienes permanecen ilegalmente en Estados Unidos deben ser deportados, y cuanto antes.

El magnate de la construcción recibe numerosos apoyos entre los republicanos conservadores. Sin embargo, sus crudas declaraciones conllevan un alto riesgo: podrían estropear la victoria de los republicanos en 2016, ya que los latinos son un peso a tener en cuenta en la inclinación de la balanza.

Once millones de inmigrantes ilegales viven actualmente en Estados Unidos, la mayoría de ellos desde hace muchos años. Muchos analistas dicen que sin ellos no funcionaría la economía estadounidense, ya que actúan como mano de obra barata tanto en la agricultura como en la gastronomía. Los estadounidenses se acostumbraron a ello hace rato. Son los políticos los que llevan a cabo el debate.

Debido a la creciente popularidad de Trump en las encuestas, muchos contendientes republicanos se adaptaron con sorprendente facilidad a esta línea dura. Jeb Bush, que está casado con una mexicana y habla perfectamente español, aún decía cosas amables sobre los “ilegales” hace un año. “Sí, violaron la ley. Pero no es un delito. Es un acto de amor, de entrega a la familia”.

Hoy día, ya no suena tan comprensivo: pide más “seguridad en las fronteras”, más policía y deportaciones. Trump hace chistes sobre Bush: afirma que lo del “acto de amor” fue un comentario ridículo, que demuestra que Bush es “inelegible”.

Trump hace escuela. Scott Walker, el controvertido gobernador de Wisconsin, promueve ahora según el “Washington Post” la eliminación de la ley según la cual cualquiera que haya nacido en suelo estadounidense tiene derecho a la ciudadanía. Para millones de inmigrantes ilegales, esa es la forma de asegurar un futuro a sus hijos.

También candidatos como Mike Huckabee, el predicador bautista, y Bobby Jindel, el gobernador de Luisiana de origen indio, endurecieron su tono. Jindel, un ejemplo del inmigrante exitoso, aprovecha la muerte de una joven mujer en California para sumar adeptos. La mujer fue asesinada en julio por un inmigrante ilegal que debería haber sido deportado antes. Jindel pide ahora que los funcionarios responsables sean juzgados y castigados como cómplices.

Este tono duro conlleva, sin embargo, sus riesgos: una investigación arrojó que el voto latino será más importante en las elecciones de 2016 que hace cuatro años, ya que habrá un 18 por ciento más de votantes latinos. Se trata de 28 millones de personas, es decir, un 11 por ciento de los electores. En 2012, el republicano Mitt Romney fue derrotado por Barack Obama por faltarle llegada a los inmigrantes.

El dilema de los republicanos y sobre todo el dilema Trump: estas declaraciones fuertes surten efecto en la base conservadora a ultraconservadora del partido. Sin embargo, en 2016 tendrán mucho pesos los electores fluctuantes.

De acuerdo con una encuesta del diario “The Wall Street Journal”, la propuesta de Trump de deportar a los “ilegales” cuenta con el apoyo del 43 por ciento de los republicanos. Sin embargo, más de dos tercios de los independientes tienen otras ideas y apoyan que los “ilegales” tengan una vía hacia la legalidad.

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