Juan Javier Ríos
Madrid, 21 feb (EFE).- El centro de Madrid vive este miércoles una tractorada de alto voltaje, con una tensión impropia de otras convocatorias de protesta de agricultores y ganaderos en la capital, esta vez con 500 tractores y centenares de productores echados a la calle para decir que el campo, a pesar de ser “esencial”, está en “fase terminal”.
Es justo lo que rezaba una pancarta colocada frente al arco principal de la Puerta de Alcalá, un monumento sin perímetro de seguridad que fue tomado literalmente por muchos de los participantes de la manifestación, convocada por la organización Unión de Uniones.
Hasta allí fueron llegando centenares de personas con banderas de España y distintas regiones, mientras otros exhibían pancartas relativas a los problemas del campo.
La incertidumbre sobre la evolución de las cinco columnas de vehículos agrícolas cundió, incluso, entre los propios organizadores, que no sabían a ciencia cierta cuántos ni por dónde podrían llegar finalmente a la capital.
Su coordinador, Luis Cortés, aseguraba ya a primera hora del día que no se moverían de la puerta de Alcalá mientras no entrasen “todos” los tractores (unos 1.500, según sus cálculos), pero las autoridades responsables de la seguridad sólo permitieron que llegaran 500 al centro.
Así, a pie firme, estuvieron los agricultores esperando hasta pasado el mediodía, cuando los primeros 70 tractores alcanzaron la puerta de Alcalá desde el este, otra columna se acercaba por el suroeste y decenas de agricultores se dirigían a la sede del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Momentos de tensión
La manifestación se desgajó cuando un grupo de tractores y varias decenas de labradores intentaron romper el cordón policial que delimitaba el recorrido permitido y trataron de desplazarse por un eje viario no autorizado.
Es cuando se vivieron momentos de tensión y algún enfrentamiento con los agentes de policía, hasta que Luis Cortés, megáfono en mano y con heridas leves en una pierna, pidió retomar el orden previsto y reconducir la marcha por otra calle hasta confluir contra otros manifestantes en el edificio ministerial.
Más allá de los incidentes, impropios de otras muchas manifestaciones del sector realizadas en Madrid, acudieron ciudadanos y allegados de los agricultores para alzar la voz contra la crisis del campo, los bajos precios que cobran por los productos y los altos costes que soportan, entre otras muchas quejas.
Es el caso del madrileño David Gete que, en declaraciones a EFE, aseguró que, “al final, el campo es de lo que nos alimentamos” y no se paga los agricultores lo que se debería por las cosechas.
O Pilar del Río, que no es agricultora pero tiene un negocio relacionado con el sector primario en la provincia de Ciudad Real (centro), que participó por “solidaridad”, para que los “escuchen” las administraciones públicas y porque de ellos se depende “para comer sano”.
La voz de los agricultores
Es un apoyo que agradecieron cultivadores como Antonio Sánchez, viticultor de Alicante (este); insistió en que no quieren que se impida la importación de alimentos desde terceros países, pero sí que se les impongan “aranceles adecuados” o que cumplan los mismos requisitos de producción que los europeos.
La agricultora de Cáceres (oeste) María Jesús Iglesias, propietaria de un olivar, pide soluciones porque vende las aceitunas “sin precio”, mientras que lo que se importa es “más barato porque soportan menos costes de producción”.
En muchos corrillos, los agricultores discutían sobre sus problemas, criticaban la actual Política Agrícola Común (PAC) de la Unión Europea, que “no sirve ‘pa ná'” (sic), según decía uno de ellos, o se quejaban sobre el exceso de burocracia que les imponen las administraciones.
De hecho, en algunas pancartas los lemas eran “Burocracia y administración arruinan mi explotación” o “Sobran papeles. Faltan soluciones”, acompañadas por el ruido de tambores, petardos y vuvuzelas.
No faltaron el jamón para combatir el hambre, algún manifestante disfrazado de cura, carros y bueyes. EFE