Por Anna Eube (dpa)
Berlín/Dresden, 7 sep (dpa) – Una subvención del estado federado de Sajonia a un portal que agrupa páginas de porno justo y ético, criticada por el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), explora los problemas de este tipo de cine y su consumo.
Según una encuesta sobre sexualidad realizada entre adultos, el 96 por ciento de los hombres alemanes y el 79 por ciento de las mujeres dijeron haber visto porno alguna vez en su vida.”El porno es una práctica cotidiana, eso no se puede negar”, explica a dpa la científica cultural Madita Oeming.
Sin embargo, a pesar de ello, algunas personas siguen vinculando el porno a algo “sucio”, tal y como lo calificó la AFD de la región de Sajonia en una publicación en la red social X cuando denunció la mencionada subvención a un portal porno, de 25.000 euros (26.785 euros).
En dicha publicación, el partido ultraderechista mostró su desacuerdo con la ayuda al portal porn-better.com, en el marco de un programa llamado “InnoStartBusiness”, que el partido había descubierto tras realizar una consulta al Gobierno de Sajonia.
El portal en cuestión, creado por Luna Heine y Esti Krüger, no ofrece vídeos sexuales en absoluto, sino que recomienda plataformas de vídeos porno más allá de las habituales, en especial por las dudas que existen acerca del consentimiento de las partes implicadas para su publicación.
Esti Krürger explica además que, por ejemplo, muchos de esos vídeos ofrecen representaciones racistas o sexistas, entre otros aspectos negativos. “Luna y yo no nos sentíamos recogidas por este tipo de sitios, teníamos la sensación de que eso no estaba hecho para nosotras”, relata a dpa.
No obstante, ambas dicen no pretender demonizar al porno convencional, sino simplemente querer dar a conocer alternativas justas y éticas. ¿Pero qué significa eso realmente?
“La idea del porno justo, similar a la de los productos de comercio justo, consiste en centrarse en el proceso de producción”, explica Oeming, que acaba de publicar un libro sobre la aproximación de la sociedad a la pornografía, “Porno: An Outrageous Analysis” (Porno, un ánalisis escandaloso).
Dicho proceso justo incluye, según Oeaming, la consensualidad en el plató de grabación, el pago justo a los participantes y la total transparencia sobre qué prácticas se filman con qué intérpretes y dónde puede verse finalmente el resultado.
La científica cultural explica que, en lugar de “señalar siempre con el dedo a los malvados fabricantes de porno”, el público debería preocuparse más por el origen de las películas del género y estar dispuesto a gastar dinero en ellas.
“Los sitios gratuitos no son especialmente transparentes. A menudo no se sabe quién ha subido los vídeos y si, por ejemplo, se trata de voyeurismo escenificado o de alguien que ha sido filmado sin saberlo. Los vídeos cortos suelen ser robados de grandes producciones profesionales”, describe.
Oeming señala asimismo que muchos de los cuestionamientos que han surgido desde la aparición masiva del porno gratuito en Internet a finales de la década de 2000 aún no han sido respondidos de manera satisfactoria.
“El porno es un tabú en la sociedad en general, donde prevalecen el silencio, la vergüenza y la ignorancia. Esto es evidente sobre todo a nivel político, donde se toman decisiones equivocadas”, argumenta.
Para la investigadora, esto se manifiesta, por un lado, en la falta de inversión en educación sexual e información sobre pornografía y, por otro, en intentos cada vez más fuertes de regulación.
En marzo de 2022, por ejemplo, las autoridades de los estados federados alemanes decidieron bloquear el portal xHamster, al considerar que su contenido pornográfico de libre acceso constituía una violación de la protección de menores porque no se comprobaba la edad de los usuarios.
Poco después, sin embargo, el sitio volvió a ser accesible con un subdominio cambiado. Así, el bloqueado de xhamster.com pasó a ser deu.xhamster.com.
Un intento fallido de protección a la juventud, que Oeming considera regresivo y alarmista. “Con este tipo de medidas, uno se adhiere a un discurso de peligro en torno a la pornografía. Sin embargo, el efecto negativo sobre los jóvenes no ha sido claramente demostrado empíricamente y los estudios sobre el tema son mucho más ambivalentes que el debate público”, comenta.
Para ella, por el contrario, tiene más sentido enseñar a los jóvenes acerca de la pornografía, en lugar de prohibir y bloquear películas, que de todos modos ya saben cómo eludir. “Cuanto mejor sepan los jóvenes distinguir la pornografía de la realidad y menos se comparen con esas imágenes, menor será la posibilidad de consecuencias negativas”, sostiene la científica.
Oeming aboga sobre todo por una mayor concienciación de la sociedad en torno al porno. “Básicamente, el porno es una forma de expresión cultural. ¿Por qué lo valoramos de forma tan diferente a la literatura, que también existe en diferentes formas cualitativas? Y, sin embargo, nadie diría: ‘Soy anti-literatura’, sino: ‘Hay cosas que me gustan y cosas que no me gustan, y cosas que son problemáticas'”.
En su opinión, se trata simplemente de realizar una valoración neutral de la pornografía porque “siempre hemos representado el sexo y lo hemos mirado. Parece ser una necesidad humana”.