
REPORTAJE
Por Michael Donhauser (dpa)
Todo el espectro de partidos se plantea la siguiente pregunta: ¿Qué viento soplará desde las Highlands tras el 7 de mayo en dirección sur? El SNP podría ser responsable de que Reino Unido no pueda formar un gobierno estable.
A falta de una semana para las elecciones, que según los sondeos de opinión serán las más ajustadas en décadas, parece haber llegado el tiempo de los comentarios subidos de tono. El conservador alcalde de Londres, Boris Johnson, comparó votar al SNP con confiar la gestión de una institución infantil al histórico rey Herodes. Y su compañera “tory”, la Ministra del Interior Theresa May, echó más leña al fuego añadiendo que una alianza entre el líder laborista Ed Miliband y la carismática líder del SNP Nicola Sturgeon conduciría “a la mayor crisis constitucional desde la abdicación del rey Eduardo VIII”, en 1936. Y eso a pesar de que Sturgeon no es candidata.
El motivo de tanta inquietud entre los conservadores es claro: apenas hay una encuesta o proyección que actualmente augure una constelación en la que David Cameron pueda volver a lograr una mayoría para un segundo mandato en Downing Street tras el 7 de mayo. Su rival laborista, Ed Miliband, espera en cambio conseguir una mayoría estable si logra el apoyo de los escoceses. Sin embargo, éstos siguen aspirando a la independencia, pese a haber perdido el referéndum del año pasado, por lo que en Londres se los considera enemigos del Estado.
Lo cierto es que el pueblo parece pensar de manera diferente al establishment político. Nicola Sturgeon, que desde hace medio año es Ministra Principal en la tierra de las kilts y las gaitas, se ha convertido gracias a su celebrada oratoria en la estrella de la campaña. En todos los debates de televisión sus intervenciones resultan puntuadas por encima de la media. Y son muchos los ingleses que se preguntan a través de las redes sociales si ellos también pueden votar al SNP.
La mezcla de rebeldía, promesas valientes y mensajes socialdemócratas claros de Sturgeon parece ser la receta de su éxito. En su programa contempla subir impuestos para proteger el medio ambiente y sus apariciones son hasta ahora inmaculadas. Sturgeon mantiene en Escocia una constante que oscila entre un 40 y un 50 por ciento de votos. Tal y como están las cosas, un porcentaje de en torno a un cuatro por ciento a nivel nacional bastaría para enviar a 50 diputados a Westminster. Aunque Sturgeon no sea uno de ellos.
El pasado lunes, una encuesta apuntaba a que 57 de los 59 escaños parlamentarios correspondientes a Escocia podrían ser para el SNP, lo que los expertos califican como una especie de “corrimiento de tierras” político. “Westminster ha infravalorado Escocia”, afirma por ejemplo el fundador del Instituto Opsos Mori, Robert Worcester.
Los conservadores se enfrentan a una temible amenaza: en caso de una victoria electoral bajo el lema “votos ingleses para leyes inglesas”, quieren dejar de lado a los diputados no ingleses del Parlamento en las votaciones de leyes que sólo afecten a Inglaterra y Gales. Y Sturgeon vuelve a cerrar filas en este asunto.
Partidos regionalistas como el Plaid Cymru de Gales o el norirlandés DUP no ven precisamente con gusto semejante tutela de la gran Inglaterra frente a las regiones más pequeñas del país. “No es sólo una táctica política errónea, también es un caos de orden constitucional”, señalaba el diputado del DUP Nigel Dudds en una carta a “The Guardian”. Por tanto, no se descarta un “pacto de los pequeños” liderado por el SNP tras los comicios para reforzar su voz.