El pase de diapositivas requiere JavaScript.
Por Stephen Castle
Skjerjehamn, 30 nov (NYT) – Cuando era adolescente, Ola Braanaas tenía unos cuantos peces en una pecera en su recámara. Ahora, de 55 años, tiene muchos más: alrededor de 1.2 millones tan sólo en un punto barrido por el viento frente a las costas de Noruega, un enorme criadero con seis estructuras circulares grandes que contienen unos 200 mil peces cada una.
El salmón se ha convertido en un elemento que no falta en las mesas de todo el mundo, gracias a una industria piscícola que se ha extendido a una velocidad vertiginosa, incluso en Noruega, donde se produjeron alrededor de 1.18 millones de toneladas en el 2016.
No obstante, los piscicultores noruegos están enfrentando restricciones diseñadas para proteger las cifras de salmón silvestre del País.
El salmón silvestre de Noruega es una especie antigua.
Al inicio de su ciclo de vida, se enfilan río abajo, nadando por los fiordos noruegos y hacia las zonas de agua salada donde se alimentan, antes de regresar a sus ríos nativos para desovar.
Sin embargo, en años recientes, la población de salmón silvestre se ha reducido en más de la mitad, en parte a raíz de la propagación del piojo de mar, que deja a los peces vulnerables a infecciones.
El piojo de mar ha surgido como un gran problema para las granjas piscícolas, donde se multiplica en números tales que acaba con los peces criados y plantea una amenaza a los salmones silvestres jóvenes que pasan cerca de los corrales rumbo al mar abierto.
El problema del piojo es tan grave que el suministro mundial de salmón a la venta, que en su gran mayoría es de criadero, cayó considerablemente el año pasado, con Noruega, su productor más grande, sufriendo un golpe particularmente duro.
Para contener el problema, entró en vigor un sistema en Noruega el 15 de octubre, bajo el que se congelará o se reducirá la producción de las granjas que amenazan los números de salmón silvestre hasta que el piojo quede bajo control.
Sin embargo, Braanaas, propietario de Firda Seafood, argumenta que ya hay reglas establecidas para controlar al piojo y aseguró que demandará si se le ordena reducir la producción. El productor noruego más importante de ese País, Marine Harvest, describe el nuevo protocolo como prematuro.
Los ambientalistas tampoco parecen estar impresionados. Un grupo, SalmonCamera, argumenta que el sistema es demasiado indulgente.
Kurt Oddekalv, líder de los Guerreros Verdes de Noruega, dice que el sistema es una señal de “pánico del Ministerio de Pesca”.
No obstante, los activistas indican que la mayor amenaza es el impacto genético de los peces criados que escapan de sus corrales, se reproducen con salmones silvestres y engendran crías que no están preparadas para sobrevivir.
Alv Arne Lyse, biólogo de pesca en la Asociación Noruega de Cazadores y Pescadores de Caña, dijo que aunque la contaminación solía ser un enorme problema en la acuicultura, ahora “las únicas amenazas que no están bajo control son el impacto genético de peces escapados y del piojo de mar”.
No obstante, Oddekalv afirmó que los aditivos diseñados para frenar al piojo también se abren paso a la cadena alimenticia.
“Si la gente supiera esto, no comería salmón”, expresó, al describir a los peces de granja como “el alimento más tóxico del mundo”.