¿Por qué Merkel quiere a Clinton en la Casa Blanca?

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Por Kristina Dunz (dpa)

Hay momentos en la vida política de Angela Merkel y Hillary Clinton en los que da la sensación de que podrían ser gemelas.

Allá por el año 2009 las dos políticas posaban en la Cancillería vestidas de forma similar con pantalones negros, chaqueta azul y su característica corta melena rubia. Iguales eran también sus zapatos negros, con poco tacón.

Clinton lleva habitualmente más joyas: anillos, pendientes, un collar y una pulsera. Merkel, sin embargo, reduce sus complementos a un sencillo collar a juego con su vestimenta.

En 2011, la canciller y la por entonces secretaria de Estado norteamericana acapararon incluso titulares por compartir un mismo estilo. “Una casualidad”, dijo en aquel momento Clinton.

No obstante, la imagen remitía a una de la de las frases pronunciadas por la política estadounidense: “Las grandes figuras incluso piensan igual”.

Merkel y Clinton son dos viejas conocidas. Su primer encuentro se remonta a mediados de los años noventa, cuando Clinton, siendo primera dama, acompañó a su marido, el entonces presidente Bill Clinton, y se reunió con la entonces ministra de la Mujer de Alemania.

En el año 2003, volvieron a coincidir en un programa de televisión, siendo Merkel líder de la oposición en el Parlamento alemán.

Seis años más tarde, Merkel alabó a la política demócrata por mostrarse dispuesta a aceptar el cargo de secretaria de Estado en la Administración comandada por Barack Obama, tras reconocer públicamente su derrota ante el candidato del Partido Demócrata en la carrera a la conquista de la Casa Blanca.

El mensaje reconfortó a la política estadounidense. Las mujeres deben afrontar a menudo esta situación, en la que no todo se consigue a la primera, dijo entonces.

Como le ocurrió a Merkel en el año 2002, cuando tenía intención de convertirse en candidata a la cancillería por la Unión Demócrata-Cristiana (CDU) y tuvo que quedarse en un segundo plano cediendo el paso a su compañero de partido Edmund Stoiber, quien no logró ganar las elecciones federales.

Con la Administración de Obama, la Cancillería de Berlín ha mantenido en los últimos ocho años una relación buena y estrecha, a pesar del escándalo masivo de espionaje protagonizado por la agencia estadounidense NSA que incluyó pinchazos al teléfono celular de Merkel.

Cuando saltó la polémica, la política alemana se quejó y dejó claro que Berlín tiene una especial sensibilidad con lo que a la protección de datos se refiere, pero su comportamiento para con Washington no cambió y siguió mostrándose como una aliada en la que confiar.

No en vano, Obama llegó a decir que su relación con Merkel constituye “la amistad más importante” nacida durante su mandato. Unas palabras que quizás también han ayudado a que Merkel muestre su simpatía por Clinton y no quiera saber nada de su rival Donald Trump.

Merkel considera a Estados Unidos el socio más importante de Alemania. Sin Washington, en opinión de la canciller, no existiría en el oeste un contrapeso para Rusia o Asia y tampoco habría un país con el suficiente liderazgo para plantar cara a la lucha contra el terrorismo.

Para la propia Merkel, el empresario multimillonario es un desconocido. Todavía no se ha reunido con él y su relación se limita a las declaraciones que el estadounidense ha realizado sobre ella.

En agosto, el candidato republicano calificó la gestión de la política migratoria de Angela Merkel como una “catástrofe” y dijo de la canciller que “ha arruinado Alemania”.

Sus comentarios no son baladíes, pues con ellos intentaba perjudicar a su rival política: “Hillary Clinton se convertirá en la Angela Merkel de América”, señaló.

En septiembre, Trump cambió su tono y calificó a Merkel como una gran líder mundial y añadió que él siempre había estado a su favor.

¿Y qué dijo la canciller? Evitó entrar en los ataques de Trump y dio a entender que, en caso de resultar elegido, Trump se comportará de forma más moderada.

La Merkel “distante” necesitó un poco de tiempo para entrar en confianza con Obama y viceversa. Pero ella valoró desde un principio su rigor, su conocimiento, su pensamiento estratégico y, seguramente, también su sentido del humor y su encanto personal.

Todas estas cualidades son difícilmente atribuibles a Trump. El criterio que aplica Merkel a la hora de apostar por uno u otro candidato no se limita a decir “lo principal es que sea una mujer”, sino “lo principal es que sea una persona profesional”.

Clinton se refirió en su autobiografía, publicada en 2014, a Angela Merkel. Calificó a la canciller como una “mujer decidida, inteligente y honesta” con un maravilloso sentido del humor.

Hace un par de semanas, preguntada por qué mandatario admiraba, contestó: “Me gustan muchos jefes de Estado y de Gobierno pero mi favorita es Angela Merkel porque en tiempos complicados ha demostrado ser una dirigente extraordinaria y fuerte”.

Para Clinton, Merkel es pues la número uno. En caso de que ella ocupe el Despacho Oval, se convertirá en la primera mujer en hacerlo en Estados Unidos y acabará con el reinado de la canciller como la mujer más poderosa del mundo, que caerá del primero al segundo puesto en la lista elaborada por “Forbes”.

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