Por Samuel Salgado
Hace exactamente un año, el mundo contuvo la respiración cuando las campanas de Notre-Dame volvieron a sonar tras más de cinco años de silencio. La ceremonia de reapertura, presidida por el presidente Emmanuel Macron y con la presencia de figuras internacionales como Donald Trump, fue seguida en directo por millones de personas.
Hoy, 365 días después, los números hablan por sí solos: más de 11 millones de visitantes han cruzado sus puertas restauradas, según confirman los responsables de la catedral y el establecimiento público Rebâtir Notre-Dame de París.
“Es un éxito que supera todas nuestras expectativas”, reconoce Sybille Bellamy-Brown, responsable de acogida al público. “Hemos recibido a 11 millones de personas aproximadamente, un 30 % más que antes del incendio”.
La responsable subraya que, a diferencia de otros monumentos que tardan años en recuperar su afluencia tras una crisis, Notre-Dame ha experimentado un efecto inmediato y sostenido.
Más allá del turismo: un lugar vivo de oración
Notre-Dame no solo ha recuperado su estatus de monumento más visitado de Europa, sino que también ha reforzado su identidad como lugar de culto. Este año se han celebrado más de 1.600 misas y oficios, y se han registrado más de 650 peregrinaciones organizadas, un tercio de ellas internacionales, según registra la agencia AFP.
“Es un fenómeno relativamente nuevo”, explica Bellamy-Brown. “Vienen por la Virgen del Pilar, por la Corona de Espinas, o simplemente atraídos por los valores de esperanza, renovación y resiliencia que representa este renacer”.
Precisamente la Corona de Espinas, reliquia adquirida por San Luis en 1238, se expone ahora todos los viernes, cuando antes solo se hacía el primer viernes de cada mes. Hasta el 2 de febrero de 2026 permanecerá instalado un gran pesebre de Belén provenzal con más de cincuenta figuras religiosas.
La restauración: obra titánica y aún inacabada
El incendio de 2019 destruyó la aguja de Viollet-le-Duc, la “selva” de roble medieval y gran parte del tejado. La respuesta mundial fue inmediata: 843 millones de euros en donaciones procedentes de 150 países permitieron financiar el que ha sido uno de los mayores proyectos de restauración del siglo XXI.
Hoy los visitantes descubren una catedral más luminosa, con piedra rubia limpiada, bóvedas blanqueadas y un mobiliario depurado que resalta la pureza gótica original.
Sin embargo, la obra no ha terminado. Quedan 140 millones de euros de las donaciones, pero “hace falta al menos esa misma cantidad para completar todo lo necesario”, advierte el establecimiento público Rebâtir Notre-Dame.
El edificio ya presentaba problemas estructurales antes del incendio, y los trabajos exteriores se prolongarán más allá de 2030 como por ejemplo chevet (ya en marcha), sacristía, las tres grandes rosas, fachadas transversales, y el presbiterio.
La Fundación Notre-Dame ha lanzado una nueva campaña para recaudar al menos 6 millones de euros adicionales.
El futuro de la “vieja dama” de París
Pese a la propuesta de la ministra de Cultura, Rachida Dati, de instaurar una entrada de 5 euros para los turistas no europeos, el acceso individual sigue siendo gratuito, con o sin reserva previa.
“La misión de acogida incondicional de la Iglesia prevalece”, recuerdan desde el arzobispado de París. Eso sí, durante los oficios se regula el flujo para garantizar la tranquilidad tanto de los fieles como de los visitantes.
La catedral sigue evolucionando. A finales de 2026 se instalarán seis nuevos vitrales figurativos creados por la artista francesa Claire Tabouret en el lado sur, sustituyendo las antiguas vidrieras grises del siglo XIX de Viollet-le-Duc. Desde esta misma semana, maquetas a tamaño real de estos vitrales pueden verse en el Grand Palais.
Notre-Dame no solo ha resucitado de sus cenizas; ha renacido más viva que nunca. Un año después de su reapertura, la “vieja dama” de París demuestra que, ocho siglos y medio después de su construcción, sigue siendo capaz de emocionar, congregar y sorprender al mundo entero.
Con AFP y medios locales
