San Salvador, 13 feb (VOA) – Nuevo Cuscatlán: en este municipio de El Salvador dio inicio la carrera política de Nayib Bukele. Hace diez años fue elegido alcalde en este lugar, y en los espacios públicos, incluso en algunos privados, aún se ve grabado en metal su símbolo de campaña: la ‘N’ de Nayib.
El parque municipal de Nuevo Cuscatlán, las señales de tránsito y algunas casas también tienen su particular sello: están pintadas de cian, el color elegido por el político para separarse de los clásicos rojo, azul y blanco usados por los partidos que alguna vez dominaron el espectro político en El Salvador.
Aunque Nayib Bukele también fue alcalde de San Salvador, es Nuevo Cuscatlán el punto de partida de una carrera política que logró desbancar tres décadas de bipartidismo concentrado en los partidos ARENA y FMLN. Hoy, con casi cuatro años en el poder parece no haber figura ni partido político que compita en números con el fenómeno Bukele.
“Aquí vino Nayib hace años. Ahí enfrente se paró y me ofreció una beca”, recuerda una joven, hoy licenciada en Psicología, desde el balcón de su casa ubicada en la zona rural de Nuevo Cuscatlán. Esa vez Nayib Bukele recorrió los cantones de un municipio de 8.000 habitantes que buscaba gobernar.
Pocas veces se volvió a ver a Bukele recorrer las calles del país centroamericano en una campaña política. Cuando se propuso ganar la presidencia de El Salvador prefirió las redes sociales: llegaba a todos al mismo tiempo y en todo momento.
Fue bajo ese canal que potenció la imagen de deterioro que ya venían arrastrando los partidos tradicionales y, una vez en el escenario político, insistió en que esos partidos representaban el lado viejo de la política. Él, dijo, era la opción joven en medio del caos. Fue así como en 2019 Nayib Bukele ganó la presidencia de El Salvador.
“Lo más importante que Bukele ha hecho por nosotros es la seguridad. Eso lo ha llevado más arriba”, relata Joel Peña, un joven de 32 años, residente de Nuevo Cuscatlán.
Desde hace 10 meses El Salvador vive bajo régimen de excepción con el propósito de encarcelar a 118.000 pandilleros, quienes por décadas asesinaron y extorsionaron a los salvadoreños. Las capturas ya ascienden a más de 62.975. Y aunque el gobierno de Bukele ha sido demandado internacionalmente por violar derechos humanos bajo esta medida, los salvadoreños, al menos de Nuevo Cuscatlán, hacen la vista a un lado ante el precio que supone vivir sin pandillas.
“Él es perfeccionista. Pero también exagerado”, así describe el joven Juan Meléndez la gestión meteórica del presidente salvadoreño. Lo de ‘exagerado’ lo enmarca porque sabe de varias personas que han sido encarceladas sin pertenecer a pandillas. Pese a ello, Juan asegura que de no ser por esa medida la seguridad sería aún ‘un mito’ en el país.
Pero Bukele no solo es conocido por su reciente política de mano dura contra las pandillas. Dentro y fuera de El Salvador lo conocen por sus propias autodefiniciones con adjetivos como ‘cool’ y ‘guapo’ que suele divulgar en sus redes sociales, o tomarse una selfie en la Asamblea General de Naciones Unidas cuando recién se estrenaba como presidente del país centroamericano.
Ese ropaje millenial y las últimas medidas políticas le han dado, de 10, el 8,37 de aprobación a su gestión, según la más reciente encuesta de opinión publicada por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).
Pero no todo el color de rosa…
“Él es un presidente dictador”, señala Rosa Mirna Deras, integrante de la organización defensora de derechos humanos Tutela Legal “María Julia Hernández”. Llamarlo así no ha sido una decisión tomada de la noche a la mañana.
La defensora de derechos humanos recuerda la vez que Bukele entró con militares al Congreso de El Salvador e inició una plenaria sin ser competencia del órgano de Estado que representa. Recuerda también la destitución de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia hecha por los diputados del partido de Bukele. Y ahora, con el régimen de excepción lo ubica como “un autoritario”.
“Está bien que capturen al que en verdad ha hecho algo, pero que investiguen. No es solo de ir a agarrar jóvenes por tener números en las cárceles”, agrega Deras.
Desaprobar el régimen de excepción es una postura poco común en El Salvador. La aprobación que los salvadoreños le dan a vivir sin pandillas es del 75,9 %, según la encuesta de la UCA. Lo curioso de ello es que hay otras políticas no tan aceptadas, como la adopción del Bitcoin que tiene un rechazo del 77,2 % y pese a ello la popularidad del mandatario sigue intacta.
“Nayib Bukele provoca el escándalo. No le teme, se alimenta del mismo. Sabe cómo sacarle réditos”, concluye el doctor en Ciencia Política, Ángel Sermeño, en un artículo para la revista Astrolabio. “Si el populismo florece en el mundo de hoy es simplemente porque encuentra las condiciones propicias que lo hacen prosperar”, agrega.
En conclusión, para unos Bukele es una especie de salvador sin rival. El político cuya imagen no hace cortocircuito al mezclar el puesto de gobernante con la gorra hacia atrás, la pose de cool y los ojos estilo láser en su perfil de Twitter.
Para otros, de acuerdo a los testimonios obtenidos por la Voz de América, el mandatario ya le hizo daño a la democracia salvadoreña. Y ni la derecha ni la izquierda de El Salvador parecen recuperarse a poco tiempo de las nuevas elecciones, donde Bukele, con el respaldo, no de la Constitución sino de la Corte Suprema de Justicia, buscará reelegirse nuevamente.