Por Christoph Driessen (dpa)
Colonia (Alemania), 19 dic (dpa) – Algunos de los juguetes de los niños romanos apenas se diferenciaban de los que hoy se dejan bajo el árbol de Navidad.
Los gladiadores eran los héroes de acción de la época romana, por lo que no es de extrañar que los niños jugaran entonces con pequeñas réplicas, una de las cuales puede verse en el Museo Romano-Germánico de la ciudad alemana de Colonia.
El luchador lleva casco, espada y escudo, e incluso las rodilleras protectoras son reconocibles. Sin embargo, el conjunto es tan abstracto que los niños de hoy también podrían reconocer en él a un astronauta.
Otro juguete romano es un caballo de tiro con ruedas, comparable al “pato tigre” de Janosch, personaje clásico de la literatura infantil alemana. Encima va sentado un jinete. Las letras “ROX” y “TANS” están grabadas en el caballo.
Según Kathrin Jaschke, curadora y subdirectora del Servicio de Museos de Colonia, esto podría referirse a “Roxtanus”. Quizás, añade, el caballito fuera un regalo para un niño llamado Roxtanus, o quizá el propio juguete se llamara Roxtanus.
“Sabemos por los caballos de carreras conocidos que a menudo tenían nombres descriptivos”, explica la experta. Uno, inmortalizado en un mosaico en Tréveris, por ejemplo, se llamaba “Compressor”.
La mayoría de los juguetes de la época romana no sobrevivió, aunque solo sea porque estaban hechos de materiales perecederos, como una pelota de trapo o un muñeco de madera. La mayoría de la gente no tenía dinero para comprar a sus hijos juguetes caros hechos de terracota, por ejemplo.
“Un juguete muy popular que conocemos por la literatura romana son sencillamente las nueces”, explica Jaschke.
“Los niños jugaban mucho con nueces, igual que nosotros jugamos con canicas. Las utilizaban para jugar a juegos de habilidad o construir torres. Esto era tan común que incluso había un dicho al respecto en aquella época, ‘Dejar atrás las nueces’, que era una metáfora de ‘dejar atrás la infancia'”, relata.
También eran populares los llamados astrágalos, pequeños huesos del corvejón, la articulación de las patas de una oveja o una cabra.
Este hueso es muy pequeño, pero tiene cuatro caras diferentes. Por tanto, con un poco de imaginación, se podía utilizar para todo tipo de cosas, por ejemplo para lanzar y atrapar o hacer malabares, pero también para jugar a lanzar dados.
Los huesos se siguen utilizando hoy en día como juguetes en algunas partes de Turquía, Grecia y Lejano Oriente. “Los romanos hacían muchas cosas con huesos”, explica Jaschke. “Los huesos eran básicamente su plástico. Si a los niños de hoy se les dan huesos de nudillos, al principio suelen pensar que es plástico, porque el tacto es muy parecido”, dice.
Los dados de hueso eran más complejos de fabricar. Los había de todos los tamaños. “Me parece fascinante que las caras opuestas sumen 7, como hoy en día. Así que 5 y 2 son opuestos, como 6 y 1, el mismo sistema hace 2000 años”, detalla la experta.
Los dados más grandes eran huecos por dentro y a menudo se vertía plomo en una de las caras para que el dado cayera siempre del lado “correcto”. Los romanos también conocían el juego del molino y el backgammon.
¿Los niños romanos también recibían regalos en Navidad? La Navidad solo se celebró en la fase final del Imperio Romano, cuando el cristianismo se había convertido en la religión del Estado.
“No conocemos los detalles exactos”, dice Kathrin Jaschke. “Pero lo que sí sabemos es que los cristianos fijaron algunas de sus festividades en fiestas paganas establecidas. Y los días 24, 25 y 26 de diciembre eran antes fiestas del dios Mitra, que también era una figura redentora y, por tanto, muy cercana al ideario del cristianismo”, explica.
Los romanos también celebraban las llamadas Saturnales del 17 al 27 de diciembre, una combinación de fiesta religiosa y una especie de carnaval. “Y también se hacían regalos durante las Saturnales”, destaca la experta.
Por cierto, el Museo Romano-Germánico también tiene en su exposición permanente el retrato de la cabeza de un niño. Parece muy real, aunque la nariz esté rota. Sin embargo, el niño retratado se convirtió luego en un adulto no tan simpático: el emperador Nerón.