Los programas de alimentación escolar son un ciclo virtuoso

FAO

Brasilia, 27 nov (elmundo.cr) – Luego de seis años de existencia y de que diecisiete países de América Latina y el Caribe se sumaran oficialmente a la Red de Alimentación Escolar Sostenible (RAES) -y con ello manifestaran su compromiso con el avance de las políticas y programas de alimentación escolar-, la iniciativa enfrenta desafíos como el sobrepeso y los altos precios de los alimentos saludables.

A partir de noviembre, Belice, Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, El Salvador, Honduras, Guatemala, Paraguay, Perú, República Dominicana, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, Surinam y Uruguay se unieron a este espacio de diálogo para alcanzar soluciones e innovaciones, así como a la posibilidad de contar con asistencia técnica para la implementación y mejora de sus programas de alimentación escolar, impulsado por Gobierno de Brasil, a través de la Agencia Brasileña de Cooperación (ABC) y el Fondo Nacional de Desarrollo de la Educación (FNDE) en conjunto con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que actúa como secretaría ejecutiva de la red.

Los avances de la alimentación escolar en la región han sido importantes: los Programas de Alimentación Escolar están presentes actualmente en más de 30 países de América Latina y el Caribe y atienden entre 20% y 25% de la población. Pero la meta es aún más ambiciosa: “lograr que los más de 170 millones de estudiantes matriculados en las escuelas públicas de nuestra región tengan garantizado su derecho a un alimento adecuado y saludable todos los días y en todas las escuelas públicas, por todo el periodo escolar”, dice Najla Veloso, coordinadora del proyecto Agenda Regional para Alimentación Escolar Sostenible en América Latina y el Caribe – Programa de Cooperación Internacional Brasil-FAO.

¿Por qué es importante la alimentación escolar?

Según datos de la FAO, en todo el mundo, 149 millones de niños menores de 5 años sufren retraso en su crecimiento, 40 millones tienen sobrepeso. Por eso, es fundamental abordar la malnutrición en etapas tempranas e involucrar a las escuelas en este proceso.

Las escuelas representan la posibilidad de educar, especialmente niños, adolescentes y jóvenes, para que tengan una nueva cultura alimentaria. Las escuelas son un potente espacio en donde se puede garantizar el acceso a alimentos saludables y adecuados a gran parte de la población y al mismo tiempo educarla para escojas alimentares más conscientes y sanas. Además, la alimentación ofrecida en la escuela es una estrategia importante para contribuir al rendimiento, a la permanencia escolar, además de combatir el sobrepeso y la obesidad. Nadie aprende con hambre. Sin embargo, todavía tenemos el desafío de convertir los alimentos ofrecidos en las escuelas en comidas saludables, nutritivas, sabrosas, adecuadas y equilibradas desde el punto de vista nutricional, además de garantizar este alimento a todos los estudiantes del sistema público de enseñanza en los países.

¿Cómo ha avanzado la alimentación escolar en América Latina y el Caribe?

Los Programas de Alimentación Escolar están presentes actualmente en más de 30 países de América Latina y el Caribe y atienden entre 20% y 25% de la población. Sin embargo, en la década pasada, solamente Brasil contaba con un marco normativo sobre esta materia. A lo largo de los últimos 10 años, otros países de la región aprobaron sus leyes y, actualmente, Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Panamá y Paraguay cuentan con legislaciones. Además, El Salvador, Chile y República Dominicana están elaborando, discutiendo y tramitando sus proyectos de ley. Esto demuestra cómo cada vez más la alimentación escolar se ha convertido en una política de Estado.

¿Qué desafíos enfrenta la alimentación escolar de la región?

En América Latina y el Caribe aún hay muchos desafíos para lograr que alimentos saludables estén disponibles para todas las familias y estudiantes. No hay duda de que el alto precio de los alimentos dificulta el consumo y el acceso y, por consecuencia, impacta en las políticas públicas de suministro de alimentos. Por lo tanto, uno de los desafíos es mantener los presupuestos de los programas de alimentación escolar al día con la inflación para garantizar la calidad de los alimentos ofrecidos.

De acuerdo con la FAO, América Latina y el Caribe es la región con el costo de una dieta saludable más alto a nivel mundial. En ese contexto se registra aumento del sobrepeso y de obesidad en la región, lo que puede ser entendido como un reflejo de la falta de acceso a dietas saludables y de la baja calidad de los alimentos consumidos especialmente por la población más vulnerable.

Por eso, es clave garantizar la vinculación de los Programas de Alimentación Escolar a la agricultura familiar local. Se ha demostrado que las políticas que respaldan la producción y adquisición local de alimentos para las escuelas no solo mejoran la nutrición de los niños, sino que también estimulan a las comunidades rurales a seguir produciendo. Esta sinergia genera un ciclo virtuoso: los agricultores locales ven aumentar sus ingresos y los estudiantes acceden a alimentos frescos y de calidad.

Otro desafío que destaco es fortalecer las acciones de educación alimentaria y nutricional (EAN) que promuevan hábitos alimentarios saludables desde la niñez. Sin embargo, quizás el mayor desafío es lograr que los más de 170 millones de estudiantes matriculados en las escuelas públicas de nuestra región tengan garantizado su derecho a un alimento adecuado y saludable todos los días y en todas las escuelas públicas, por todo el periodo escolar.

¿Qué representa la adhesión a la RAES para los países que acaban de formalizar su ingreso?

Hasta la fecha, 17 países formalizaron su adhesión a la RAES, lo que simboliza una voluntad de cooperación a nivel regional, un compromiso con los objetivos de la RAES y una disposición para compartir conocimientos, metodologías y experiencias exitosas. Además, refuerza la relevancia del trabajo colectivo y colaborativo para afrontar los desafíos alimentarios de la región y fortalecer los sistemas de seguridad alimentaria.

Los países miembros también firmaron una declaración de compromiso con los avances en la política y los programas de alimentación escolar, a través de la cual se comprometen a trabajar juntos para, en el mediano y largo plazo, ampliar la cobertura estudiantil, mejorar la infraestructura escolar, desarrollar estándares para la alimentación escolar, fortalecer los vínculos y adquirir productos de la agricultura familiar, implementar acciones de educación alimentaria y nutricional e incrementar el presupuesto dedicado a estos programas.

¿Cómo evalúas los avances de los programas de alimentación escolar en la región? ¿Todavía se necesita avanzar más?

Hemos visto importantes avances en los programas de alimentación escolar, con países que han fortalecido sus programas, ampliado los recursos financieros, normativos, mejorado los menús, insertado frutas y verduras, comidas calientes, más variadas, saludables y culturalmente adecuadas. Hay un esfuerzo de ampliar la cobertura de estudiantes y de avanzar en la compra de productos de la agricultura familiar.

Sin embargo, persisten desafíos, cómo mencioné anteriormente. Seguimos dialogando y capacitando sobre la importancia de incrementar la producción local, de reducir la dependencia de productos ultra procesados, la elaboración y aprobación de marcos normativos, la mejoría de la infraestructura de las escuelas, que todavía no todas cuentan con cocinas, comedores, bodegas, refrigeradores, etc.

Pero aprendemos que, para seguir avanzando, es crucial fortalecer las alianzas multisectoriales en nivel nacional, promover la participación y control social, garantizar presupuesto para los programas y seguir sensibilizando a toda la comunidad escolar y del entorno a la escuela sobre la importancia de la alimentación escolar como motor de cambio social y económico.

Uno de los puntos fundamentales para la RAES es su alineamiento con los marcos estratégicos de la FAO, reconociendo que la alimentación escolar es agente de transformación de los sistemas alimentarios en favor de sistemas más justos e incluyentes y que ayuden a lograr una mejor nutrición, una mejor producción, un mejor ambiente y una mejor vida para todos y todas, sin dejar a nadie atrás.

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