Por Philip Dulian (dpa)
Berlín, 4 mar (dpa) – Tobías relata que ha recibido empujones, insultos, escupitajos y amenazas de todo tipo en su trabajo. Para él, como auxiliar médico en una clínica de Berlín, eso es parte de “la vida cotidiana”.
Este enfermero de formación y de urgencias trabajó durante años en el servicio de urgencias de un gran hospital berlinés. Según afirma, él y sus compañeros sufrían a menudo violencia física por parte de los pacientes o sus familiares.
Una encuesta en las oficinas federales de investigación criminal arroja que la cifra de actos violentos en hospitales alemanes está en aumento.
El número de los denominados delitos de violencia en instalaciones médicas de todo el país subió cerca del 18 por ciento de 2019 a 2022, cuando se contabilizaron más de 6.190 actos de este tipo.
Los delitos de violencia incluyen robo, lesiones corporales y delitos contra la libertad personal. En 2019 se produjeron cerca de 5.245 de estos delitos en instalaciones médicas. Las cifras proceden de estadísticas policiales.
Peter Bobbert, de la asociación de médicos Marburger Bund, expresa su preocupación por el aumento de las cifras. “Desafortunadamente no son casos aislados y, por desgracia, no se trata de una percepción, porque los números muestran un alza notable de las experiencias violentas del personal médico y de enfermería en hospitales”, destaca.
Bobbert sospecha que no existe mucha claridad al respecto y que muchos casos de violencia verbal y amenazas ni siquiera son registradas.
“No debemos cerrar nuestros ojos ante esto, tenemos que preparar a nuestros empleados para ello y formarlos de forma adecuada”, asegura Bobbert.
También considera necesario aumentar las medidas de seguridad en hospitales y centros sanitarios. “Es fundamental contar con personal de seguridad permanente, en especial en determinadas instalaciones, para proteger mejor a los empleados”, afirma.
El asistente médico Tobías también reclama mayor seguridad para el personal hospitalario. “A menudo uno se siente solo ante estos problemas”, dice.
En su opinión, no hay suficientes guardias de seguridad y en muchas salas de emergencia no es estándar que las puertas a las oficinas estén cerradas con llave. “Son formas muy sencillas de proteger a los colegas”, sostiene.
Tobías también participó como enfermero en un entrenamiento para calmar situaciones de riesgo. En el curso, explica, se aprende a reconocer los puntos desencadenantes iniciales de una situación de escalada y a reaccionar a tiempo.
“Uno aprende estrategias de afrontamiento para calmar un poco a los familiares”, dice. El asistente aclara no obstante que no siempre es fácil recordar esto cuando se está sometido a mucho estrés.
“Muchas veces dudé”, dice el experimentado enfermero, a cerca de continuar o no con su profesión. Pero al fin y al cabo, agrega, para eso estudió y se convirtió en auxiliar médico.
En las circunstancias actuales, Tobías reconoce sin embargo que no aconsejaría a nadie dedicarse a la enfermería: “¿Por qué exponerse a un peligro innecesario por un salario insignificante?”.