Roma, 26 abr (elmundo.cr) – Cuando Maxton Tsoka y su equipo de cinco investigadores partieron hacia las zonas rurales de Malawi para probar un nuevo método de medición de la pobreza, pensaban que tenían una idea bastante acertada de qué pistas buscar. Entre ellas no figuraba la belleza.
Resultó que los habitantes de Chambogho y otras 15 aldeas que visitaron mencionaron en repetidas ocasiones el aspecto físico como señal de riqueza.
“En un principio no pensamos en el aspecto físico como indicador, pero resulta que les sirve para distinguir el estatus de las personas dentro de la comunidad”, aclaró Mtisunge Matope, una de los cinco investigadores del equipo de Maxton del Centro de Investigación Social de la Universidad de Malawi, al que la FAO había encargado realizar una prueba del proyecto sobre el terreno.
A otro miembro del equipo, Donald Chitekwe, también le sorprendió descubrir la importancia que concedían los aldeanos a esta variable. La mencionaron, en total, 55 de los 64 grupos de debate.
Viéndolo en retrospectiva, tiene sentido.
“Las personas acomodadas suelen tener mejor aspecto”, dijo Donald. “Ello se debe a que tienen dinero, por lo que pueden comprar cremas y lociones para nutrir la piel; pueden comprar mejor ropa; consumen alimentos de buena calidad y saludables que les hacen tener mejor aspecto”.
Aunque sería complicado utilizar un indicador subjetivo como es la apariencia física, el hecho de que lo destacaran tantos encuestados dice mucho sobre el valor que tiene la autopercepción en relación con la pobreza; más allá de las cifras, están los seres humanos y sus emociones.
Identificación de la pobreza en todas sus dimensiones
En diciembre de 2021, la FAO publicó, en colaboración con la OPHI, un informe donde se presenta una forma innovadora de medir la pobreza en las zonas rurales, en las que vive la mayoría de la población menos favorecida del mundo, pero de las que es difícil obtener datos fiables y armonizados.
La idea es que determinar de forma más precisa quiénes sufren pobreza extrema puede ayudar a los responsables de la toma de decisiones a formular políticas más específicas para luchar contra la pobreza y el hambre en el mundo rural.
El denominado “Índice de Pobreza Rural Multidimensional” se elaboró partiendo de la idea, ampliamente aceptada, de que los ingresos de los hogares no bastan para conocer por completo el bienestar de las personas. Otros indicadores, como la seguridad alimentaria, el nivel de vida, la educación y la salud, son igualmente importantes para medir el desarrollo humano.
Para probar la eficacia del Índice de Pobreza Rural Multidimensional, Maxton y su equipo se propusieron visitar 15 comunidades repartidas por ocho distritos de Malawi. Este país del África austral, con una población de 19 millones de habitantes, es uno de los más pobres del mundo, y la mayoría de quienes viven en las zonas rurales dependen de la agricultura para su sustento.
Los investigadores entrevistaron a cientos de personas, entre ellos líderes de las comunidades, agricultores, pastores, pescadores, mujeres que son cabeza de familia, comerciantes y trabajadores de fincas.
El equipo comenzó su investigación con 18 indicadores y procedió a verificar si los que habían elegido —como las tasas de mortalidad infantil, la asistencia a la escuela, la disponibilidad de combustible para cocinar o la exposición a los riesgos ocasionados por el cambio climático— eran aplicables en el mundo real.
Confirmaciones y sorpresas
Globalmente, la investigación sobre el terreno sirvió para confirmar que este enfoque multidimensional capta de forma más precisa la pobreza en todos sus aspectos. De hecho, el equipo constató que un 14 % de la población rural de Malawi identificada como pobre mediante el Índice de Pobreza Rural Multidimensional no había sido clasificada como tal según los parámetros económicos tradicionales.
Al mismo tiempo, les asombró que algunos de los indicadores oficiales del Índice apenas fueran mencionados por los aldeanos, mientras que otros aspectos mencionados resultaron sorprendentes. Por ejemplo, los entrevistados, aparte de referirse al aspecto físico, dieron mucha más importancia a la cantidad de horas trabajadas que a otros indicadores.
“Ello se debe a que los más ricos no trabajan y contratan a otras personas para casi todo”, explicó Maxton. “Al otro lado del espectro están quienes no hacen otra cosa que trabajar”.
Al equipo le sorprendió igualmente la relativamente poca importancia que daban los aldeanos a los estudios.
“No se pensaba que el nivel de estudios fuera útil para distinguir entre ricos y pobres”, dijo Maxton. Según su explicación, “a veces las personas sin estudios son más ricas que las que sí los tienen; por ello la gente no considera que los estudios sirvan de indicador para diferenciar entre pobres y ricos”.
Tampoco el acceso a la tierra se incluyó como indicador en la versión inicial del Índice de Pobreza Rural Multidimensional, pero los aldeanos lo plantearon en múltiples ocasiones.
El estado de ánimo fue otro indicador importante que surgió durante los debates. La infelicidad se asociaba con la pobreza, mientras que, según dijeron, las personas acomodadas vivían felices y sin estrés. Esto se atribuía a que tenían todo lo que necesitaban en la vida, incluidos suficientes alimentos y dinero extra para comprar otras cosas.
Por otra parte, a los investigadores les impresionó la exactitud con la que los entrevistados podían medir la riqueza relativa de sus vecinos. En el caso de un indicador como la vivienda, iban más allá de lo básico —como los materiales de construcción— y proporcionaban una evaluación mucho más matizada, mencionando las comodidades de la vivienda, el entorno, el tipo de ventanas, la seguridad de las puertas, etc.
Aún más importante, la investigación demostró la eficacia del Índice de Pobreza Rural Multidimensional para reflejar el estatus.
“Cuando pedimos a los participantes que definieran la pobreza con sus propias palabras, me pareció sorprendente que en la mayoría de las definiciones se mencionaran —sin haberlo promovido— las dimensiones recogidas en el Índice, como la nutrición, el nivel de vida, los medios de vida y los recursos, así como la exposición a perturbaciones y riesgos”, señaló Patrick Msukwa, otro miembro del equipo de Maxton.
La elaboración del Índice de Pobreza Rural Multidimensional se inscribe en la actual labor de la FAO para ayudar a los países a formular y promulgar políticas que aborden la situación de los agricultores pobres y en pequeña escala, con el fin de mejorar sus medios de vida, su resiliencia y su capacidad para escapar de la pobreza extrema.
La historia original y las fotos relacionadas se pueden encontrar en: https://www.fao.org/fao-