Nairobi, 1 dic (elmundo.cr) – Son las 5.00 en el condado rural de Kiambu, justo a las afueras de Nairobi, la capital de Kenya. Una cacofonía de resoplidos y chillidos rompe el silencio de la mañana. Es hora de desayunar en las Granjas Alma y Alex está dando a sus cerdos su ración diaria de pienso antes de asegurarse de que sus corrales estén frescos y limpios. Una vez convencido de que sus cerdos están ya preparados para su jornada, Alex se dispone a empezar la suya.
La cría porcina es ahora el trabajo de su vida, pero de niño era la última cosa que quería hacer.
“Mi padre solía decirme que me dedicase a la agricultura, pero no me interesaba. Pensaba que era sucio”, dice Alex riéndose. “Por eso estudié Tecnología de la información (TI). Siempre quise hacer algo relacionado con la tecnología y la informática y estar detrás de una mesa de escritorio”.
En realidad, Alex no era el único que soñaba con esto. Muchos jóvenes de zonas rurales de Kenya se trasladan a las ciudades en busca de formación y trabajo. Esto no solo deja la producción de alimentos para todo el país en manos de una población cada vez más envejecida, sino que una vez que los jóvenes llegan a las zonas urbanas, encuentran que la competencia es feroz y los trabajos son escasos.
Descubrir oportunidades
Durante 10 años, Alex buscó empleo en Nairobi, pero solo consiguió contratos esporádicos de corta duración. También intentó montar sus propios negocios, pero fracasó poco después debido a la dura competencia. Pasado un tiempo, la falta de oportunidades en la ciudad llevó a Alex a reconsiderar la idea de su padre y, cuanto más lo pensaba, más sentido le veía.
“Los jóvenes creen que Nairobi es el único lugar en el que se puede hacer dinero o conseguir un trabajo. Pero yo aprovecho la cercanía de la granja a la ciudad, puesto que la mayoría de los habitantes de Nairobi viene aquí a buscar sus alimentos”, señala.
Una vez decidió dar el paso, Alex creó su granja gracias a un proyecto de la FAO dirigido a respaldar oportunidades empresariales en el ámbito de los agronegocios, abordando así la migración de los jóvenes del medio rural a través de la generación y el fomento de buenas oportunidades de empleo.
En un principio, Alex se dedicó al cultivo en pequeña escala de hierbas y especias. A través del proyecto, la FAO le proporcionó un paquete agrícola, que comprendía semillas, fertilizantes y equipo de riego, pero dado su gran interés por la cría porcina, también recibió un lechón. Esto se complementó con sesiones de capacitación sobre dinámica de grupo, agronegocios, buenas prácticas agrícolas y oportunidades de banca comunal. Las sesiones de capacitación en escuelas de campo para agricultores ayudaron también a los agricultores participantes a “aprender mediante la práctica” en lugares de demostración, enseñando buenas prácticas agrícolas de una forma práctica.
Utilizar la tecnología
Cuando Alex empezó, descubrió que todos sus conocimientos informáticos eran útiles. De hecho, suponían una gran ventaja. Con la llegada de Internet y las nuevas tecnologías, la producción agropecuaria es una actividad empresarial tan moderna como cualquiera de las que se pueden encontrar en la ciudad.
“Mi formación en TI me ayuda mucho, porque estudio en línea y comercializo mis productos por Internet. En lugar de llevar mis hortalizas al mercado, puedo venderlas desde casa. La tecnología ha llegado para cambiar lo que mi padre hacía. Y yo puedo cambiar la agricultura”.
Alex utiliza ahora su formación en TI para impartir capacitación a otros jóvenes sobre mejores prácticas a fin de mejorar la productividad y la rentabilidad. Desde que creó su agronegocio, ha podido realizar vídeos demostrativos y publicarlos en línea a través de Facebook, así como recibir a agricultores interesados de la comunidad para realizar visitas de aprendizaje en su granja.
Aunque Alex es ahora un ejemplo para otros agricultores, hubo un tiempo en el que la comunidad no creía siquiera que pudiera triunfar en este negocio. Desde su nacimiento, Alex ha vivido con una discapacidad física que afecta a sus piernas. Cuando era más joven, se enfrentó a muchos prejuicios y al rechazo de su comunidad. Incluso empezó tarde su educación debido a que necesitaba una escuela que le ofreciera apoyo adicional y no había muchas en aquel momento en su zona.
Cuando Alex comenzó a dedicarse a la agricultura, pensó que no podría realizar algunas de las tareas más prácticas. Sin embargo, rápidamente aprendió que, en caso necesario, podía contratar trabajadores eventuales que le ayudasen con las labores más intensivas de la granja.
“Al principio, la gente pensaba que la discapacidad era una maldición”, dice. “Yo he cambiado la percepción de la comunidad al respecto y ahora aceptan que la discapacidad solo presenta algunas dificultades. Camino de forma diferente, así que hago las cosas de forma diferente, pero sigo siendo una persona”.
Es cuestión de tener una actitud positiva
De adolescente, soñaba con labrarse un buen futuro en la ciudad. En la actualidad, Alex cree que un buen trabajo no consiste tanto en dónde está, sino más bien en tener la actitud correcta. A Alex le entusiasma compartir su pasión por la agricultura moderna con otros jóvenes.
“En el caso de los jóvenes de hoy, deberían saber que el agronegocio es un empleo. Si destacas en los agronegocios, puedes conseguir tanto como desees”.
Las cifras hablan por sí solas. Antes de participar en el proyecto de la FAO, los ingresos de Alex eran inferiores a 100 USD al mes. Sin embargo, actualmente gana hasta 300 USD. Con todo, lo más importante para Alex no es el dinero.
“Ya sabes, tiene que gustarte lo que haces”, afirma. “En cuanto cambias tu mentalidad, te gusta todo lo que estás haciendo y puedes conseguir grandes cosas. Por eso me ves aquí con mis cerdos; son mis bebés”.
Y luego añade, sonriendo: “¡Así que los jóvenes deberían venir y unirse a mí en la agricultura!”.
La historia original se pueden encontrar en: https://www.fao.org/fao-