El ámbar es la “trampa” ideal para estudiar fósiles de insectos

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Por Ira Schaible, dpa

Mónica Solórzano Kraemer acaba de descubrir una mosca antiquísima en un trozo de ámbar procedente de Francia. “Ciertos fragmentos de ámbar son demasiado opacos para el microscopio”, señala la científica de la Sociendad Senckenberg de Investigación de la Naturaleza. “Con la tomografía puedo ver a través de la piedrecita”, agrega.

Un programa tridimensional de computación permite visualizar cada detalle de este fósil de la familia de los fóridos. Todas las facetas de un insecto que murió hace millones de años pueden ser admiradas como impresión tridimensional en material sintético o bien en fino cristal.

Según los científicos, los trozos de ámbar más antiguos tienen unos 320 millones de años, pero la investigación de esta resina vegetal fosilizada es una de las últimas disciplinas incorporadas en el programa de la Sociedad de Investigación de la Naturaleza, con base en Fráncfort del Meno.

Mónica Solórzano Kraemer es mexicana y analiza fósiles incluídos en ámbar o en copal en cooperación con colegas de otros países. Los fragmentos de ámbar más recientes se originaron hace unos trece millones de años y provienen de Perú. El copal tiene menor antigüedad y es una resina solidificada en un estadio previo al ámbar.

Con ayuda de los fósiles incluídos en los fragmentos, los expertos buscan desentrañar los misterios del entorno natural de los animales. ¿Qué aspecto tenían los bosques en esa época? Los científicos comparan los fósiles con insectos de la actualidad para estudiar la diversidad de especies del pasado y los efectos de los cambios ambientales sobre la fauna.

En una pieza de ámbar o de copal de apenas tres o cuatro centímetros pueden ser identificados hasta 300 insectos prehistóricos, “pero por lo general sólo hay entre uno y diez”, explica Solórzano Kraemer. Esto depende del origen del ámbar. También se encuentran arañas, plumas y pelos de mamíferos pequeños, pero lo más común es dar con moscas y chinches de agua, mientras que las mariposas fósiles son poco frecuentes en fragmentos de resina.

Los armarios de clasificación de la Sociedad Senckenberg albergan más de 13.000 piezas de ámbar y copal, entre ellos se encuentran al menos 300 holotipos, es decir ejemplares únicos de una especie que sirven de base para describirla por primera vez. Muchas de estas piezas aún deben ser examinadas, señala Mónica Solórzano Kraemer, que investiga insectos atrapados en ámbar y copal desde hace 14 años y que ha descubierto ya unas 30 especies.

La experta ha escrito una historieta científica para jóvenes y adultos sobre su investigación de insectos y ámbar en Madagascar. La figura principal de su historia se llama “Vongy”, una abreviatura de “escarabajo” en el idioma malgache, la lengua del país insular de la costa este de África. La Sociedad Senckenberg distribuye esta publicación en alemán, inglés, español y francés en forma gratuita.

La colección de la Sociedad fue iniciada a finales del siglo XIX. La mayoría de los ejemplares son piezas de ámbar de la región del Mar Báltico, pero también incluye fragmentos de resina fosilizada de la República Dominicana, México, Borneo, Austria, el Líbano y China, así como copal de Madagascar, Colombia, Kenia y del Caribe, que esperan a ser clasificados por los científicos.

“El ámbar se oxida con el paso del tiempo”, señala la experta. “Toma un color cada vez más oscuro hasta que ya no es posible reconocer nada más”. Por eso el modo de almacenarlo tiene gran relevancia, las condiciones ideales son 20 grados de temperatura y 40 por ciento de humedad ambiente. Dado que el ámbar también reacciona en contacto con dióxido de carbono, también se lo protge sumergiéndolo en resina artificial.

Por ser un material orgánico, el ámbar cambia con el tiempo. Muchas personas preguntan a Mónica Solórzano Kraemer qué deben hacer para que el collar de ámbar heredado de las abuelas recupere la claridad y la transparencia. La experta no tiene la receta mágica, si alguien decide usar ámbar como joya, su “tiempo simplemente es limitado”. También le consultan si es posible encontrar fósiles raros en las cadenas y pulseras de ámbar que ser ofrecen en el comercio.

La experta no lo descarta, pero indica que lo más probable es que se trate de ácaros diminutos, “que casi siempre son visibles bajo el microscopio”.

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