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Por Paméla Rougerie
París, 30 dic (NYT) – La familia Romanès pasa la mayor parte del año en el exclusivo XVI Distrito de París – en un pequeño parque donde sus caravanas de circo tienen un lugar permanente y donde realizan su espectáculo. El resto del tiempo llevan el espectáculo a la carretera, viajando por toda Francia.
Sus vecinos en París no siempre los aceptaron. Los Romanès, originarios de Rumania, son parte de una comunidad romaní (Alexandre Romanès, el patriarca de la familia, prefiere el término tzigane) que suele ser objeto de estigmatización en Francia.
Hace dos años, cientos de disfraces, instrumentos e imágenes fueron robados del circo durante la noche. Para asegurarse de que las caravanas no destacaran en el paisaje, la familia las pintó de verde, para que se mezclaran con el entorno. Ahora, todo es un poco más tranquilo.
“La gente nos ha dejado en paz desde las elecciones” en mayo, cuando el Frente Nacional, antiinmigrante y de extrema derecha fue derrotado, dijo Délia, esposa de Romanès.
Este verano, el Ministerio de Cultura dio a la Sra. Romanès el título de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, un reconocimiento otorgado a artistas influyentes. Ella es la primera mujer romaní en recibir el título en Francia.
Los Romanès, que han actuado como familia por 23 años, tienen un método poco ortodoxo para organizar sus espectáculos. Cada actuación se prepara desde cero, sin una línea narrativa definida.
Cada miembro del elenco trabaja por su cuenta, y luego trae las acrobacias al espectáculo, que evoluciona espontáneamente a lo largo de una hora cada noche.
“El espectáculo está lleno de acrobacias no planeadas”, dijo Romanès, quien dirige los actos.
Alin Romanès, de 19 años, es el sobrino de los Romanès. Él siente que no tiene que entrenar demasiado, aun si su actuación es peligrosa; él se desliza primero por un poste.
La Sra. Romanès dijo que la atmósfera antes de cada espectáculo está “llena de amor”. Mientras los artistas del circo se preparan, a ella le gusta recibir a los visitantes y platicar con ellos. Ella es también la administradora del grupo. Pero lo más importante, ella canta.
Romanès abre el programa y prepara al público. En su monólogo, él es irónico y autocrítico sobre la discriminación que enfrentan los romaníes. Es una manera de hacer que los demás sepan de los estereotipos y hagan agujeros en ellos.
En una presentación reciente, él dijo que esperaba trabajar con su hija Alexandra durante el espectáculo en un pequeño sketch con gatos.
El grupo está formado por unos 30 artistas — la mitad del lado de la familia de la Sra. Romanès, la otra mitad de la familia de su esposo.
Los músicos, que son primos de la Sra. Romanès, tocan música tradicional rumana, también influenciada por el jazz, el flamenco y la música india.
En el escenario, esta mezcla resulta ser un mosaico variado de danza con trajes tradicionales y acrobacias clásicas de circo.
Por una hora, el grupo alterna entre actos con aros, pelotas y cuerdas, malabares y acrobacias; en el fondo se toca poderosa y alegre música en vivo.
Alexandra Romanès y su hermana, Rose, son las estrellas. Rose baila en un traje tradicional, se cuelga de una cuerda y juega con fuego.
Alexandra, de cabello largo y castaño, ha entrenado gatos para que suban a una cuerda con ella.
Cuando el clima lo permite, la familia Romanès organiza una parrillada con el público antes del espectáculo. “Se adapta a nuestra tradición de hospitalidad”, dijo la Sra. Romanès.
Hacer sentir bienvenidos a los demás es, de hecho, uno de los principales objetivos del circo familiar, dijo. “Es nuestra manera de construir puentes entre nuestra cultura y otras”.