Por Johannes Schmitt-Tegge (dpa)
Washington, 31 ago (dpa) – “¿Cuál es la primera palabra que se le ocurre al pensar en Hillary Clinton?”. Es la pregunta se planteó recientemente en una encuesta de la Universidad de Quinnipiac. La respuesta que más se repitió fue “mentirosa”, seguida por “deshonesta” y “no fiable”. Si las elecciones presidenciales estadounidenses estuviesen cerca, esos calificativos supondrían el KO definitivo para la política demócrata.
Pero todavía falta para eso. El maratón político hasta los comicios se prolongará durante un año y a Clinton le queda tiempo suficiente para ampliar su ventaja en las encuestas. Pero por la izquierda se le acerca un candidato al que Obama ya rechazó en junio refiriéndose a él como un “socialista fumador de marihuana”: Bernie Sanders.
El canoso senador de Vermont es desde hace tiempo algo más que un político enfrentado al establishment. En julio, ante la avalancha de peticiones de asistencia, tuvo que buscar un pabellón más grande para dar un discurso en Maine, en la costa este. Y en Portland (Oregón) su equipo reservó un estadio para cubrir la demanda. Pero lo que las cámaras de televisión no captaron desde el recinto, repleto con 20.000 personas, es que miles más esperaban a las puertas para escuchar a Sanders.
Durante décadas, el senador independiente de más edad del Congreso se mantuvo fuera de juego. Ya sólo el calificativo de “socialista demócrata” que él mismo se impuso y su promesa de una revolución política le convierten en inelegible para las bases del partido. Pero cada vez son más los votantes jóvenes y estudiantes que apuestan por este candidato de 73 años. No sólo les encanta su exigencia de una acceso gratuito a la Universidad, en un país en el que muchos se endeudan para ello. Sanders despierta pasión y ya ha superado a Clinton en el estado de New Hampshire.
Y además hay otro nombre que preocupa al equipo de la ex primera dama, que está envuelta en un escándalo por los e-mails que envió desde una cuenta de correo privada durante su época de secretaria de Estado. El nuevo favorito de los medios es Joe Biden. El vicepresidente tiene casi seguro la bendición de Barack Obama, aunque ni siquiera está claro si va a presentarse a las primarias.
Según el portavoz del gobierno Josh Earnest, la “decisión política más inteligente” de Obama fue elegir a Biden como vicepresidente. Probablemente nadie en la política estadounidense sabe mejor lo que necesita una campaña para la Casa Blanca, apuntó Earnest. Suena casi como un billete hacia el Despacho Oval, antes incluso de que Biden se haya decidido sobre una eventual candidatura.
Nada de esto beneficia a Clinton. Su equipo está harto de oír hablar de Biden y quiere sofocar esas especulaciones, afirma la revista digital “Politico”. Y es que también entre los seguidores de Clinton aumenta la preocupación de que no conecte con los estadounidenses. Si la ex secretaria de Estado quiere conservar su menguante ventaja a su equipo se le tiene que ocurrir rápidamente un cambio de estrategia.
Sin embargo no parece que eso vaya a suceder pronto. Clinton responde ofendida, evasiva o con chistes a las incansables preguntas sobre sus e-mails, una señal de que no se acaba de tomar en serio la polémica. Pero casi la mitad de los votantes, entre ellos un cuarto de los demócratas, querría que retirase su candidatura, según una encuesta del conservador “Rasmussen Reports”. Así que la candidata de 67 años podría tener un verdadero problema si sigue el consejo de su viejo amigo Terry Shumaker: “seguir hacia delante y llevar la campaña a su manera”.