Berlín, 28 dic (dpa) – Las misiones a la Luna podrían proporcionar más información sobre el desarrollo de la vida en la Tierra, opinó hoy el astronauta alemán Alexander Gerst.
“Quizás encontremos en la Luna meteoritos procedentes de la Tierra, es decir, fragmentos de roca que fueron catapultados fuera de la Tierra por un gran impacto en algún momento del pasado y luego aterrizaron en la Luna”, dijo Gerst a dpa.
El astronauta, de 47 años, es un posible candidato para las misiones lunares estadounidenses “Artemis 4” y “Artemis 5” previstas para dentro de unos años.
Gerst explicó que es posible que en las rocas de la Luna queden atrapados rastros de la vida terrestre primitiva, como microbios. “Eso sería extremadamente emocionante”, resaltó.
El científico explicó que en la Tierra esos rastros son difíciles de encontrar debido a la tectónica de placas. La Luna, en cambio, no presenta movimientos geológicos desde hace miles de millones de años.
Los movimientos tectónicos hacen que las rocas de la Tierra, incluidas todas las huellas que contienen, sean lanzadas, arrastradas y fundidas en un proceso continuo.
“No tenemos casi nada de los primeros tiempos de la Tierra, y lo poco que tenemos está muy sobrecargado a nivel geológico”, remarca Matthias Nieuwenhuis, del Instituto Max Planck de Investigación del Sistema Solar. “En la Luna, en cambio, no pasa nada”, aclara.
Según los conocimientos actuales, los indicios más antiguos de vida en la Tierra tienen unos 3.500 millones de años.
Las hipótesis actuales consideran que la Luna se formó hace al menos 4.460 millones de años a partir de los restos de la colisión de la Tierra primigenia con el cuerpo celeste Theia, del tamaño de Marte.
Nieuwenhuis hace hincapié en que podría ser un valioso archivo de la vida primitiva en nuestro planeta.
El investigador comenta que los análisis demostraron que una piedra lunar traída a la Tierra por los astronautas durante las misiones “Apolo” en 1971 podría contener material procedente de la Tierra. “La composición del pequeño fragmento es típica de la Tierra, pero inusual en la Luna”, precisa.
De acuerdo con las estimaciones, solo en los últimos 3.900 millones de años podrían haber llegado a la Luna entre 36 y 61 kilos de roca terrestre por kilómetro cuadrado, e incluso media tonelada por kilómetro cuadrado en determinados lugares.
Según el experto, a unos tres kilómetros por segundo, la velocidad de impacto de ese material es bastante baja. “Por eso aún podrían encontrarse allí fósiles de la historia temprana de la Tierra”, resalta.
Nieuwenhuis añade que es posible que en la Luna se hayan conservado hasta hoy rastros de los primeros microbios terrestres en forma de marcadores biológicos y químicos. Asimismo, opina que es realista que un astronauta y no un robot encuentre esas rocas en algún momento.
“Un astronauta adecuadamente entrenado tiene un ojo especial para su entorno. Puede dirigirse directamente a las rocas que considera inusuales, lo que aumenta las posibilidades de un hallazgo espectacular”, acota.