Por Klaus Blume (dpa)
Berlín, 17 feb (dpa) – La mayor economía de Europa ha vivido tiempos mejores. El producto interior bruto (PIB) de Alemania viene cayendo dos años seguidos y a finales de enero también hubo que revisar a la baja las previsiones de crecimiento para 2025.
El desempleo aumenta. Son malos tiempos para el canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, que lucha por la reelección.
Este 23 de febrero, los alemanes están llamados a las urnas para elegir un nuevo Parlamento. Según todas las encuestas, Scholz tiene pocas posibilidades de ser confirmado en su cargo por el futuro Bundestag.
Los demócratas cristianos (CDU/CSU), con el candidato a canciller Friedrich Merz, se mantienen estables en cabeza con alrededor del 30 % de los votos.
Para poder gobernar, la CDU de Merz y su partido hermano bávaro CSU, que forman un grupo parlamentario común en el Bundestag (Cámara Baja), necesitan al menos un socio de coalición. Y este probablemente tendrá que provenir del bando gubernamental actual.
Elecciones anticipadas en invierno
Las elecciones, previstas inicialmente para finales de septiembre, se adelantaron después de que la coalición del Partido Socialdemócrata (SPD), Los Verdes y el Partido Liberal (FDP), conocida como “semáforo” por los colores de los partidos, se rompiera en noviembre por la disputa sobre el presupuesto federal.
Scholz destituyó al líder del FDP y entonces ministro de Finanzas, Christian Lindner, por negarse a suspender el freno al endeudamiento, que está establecido en la Constitución alemana para limitar la contratación de préstamos.
Desde entonces, Scholz solo gobierna en minoría con Los Verdes. El socialdemócrata, como era de esperar, perdió una moción de confianza en el Bundestag el 16 de diciembre, allanando el camino para comicios generales adelantados.
La campaña electoral de invierno, inusual en Alemania, se ha vuelto tensa últimamente tras la escalada de la polémica sobre la inmigración.
El tema desplazó al debate sobre la mala situación económica tras varios atentados mortales protagonizados por inmigrantes. Un saudí atropelló el 20 de diciembre con un coche a visitantes de un mercadillo navideño de Magdeburgo, causando la muerte de seis personas y heridas a cientos.
Un mes más tarde, el 22 de enero, un solicitante de asilo afgano se abalanzó sobre un grupo de guardería infantil con un cuchillo en Aschaffenburg (Baviera) y mató a un niño pequeño y un hombre adulto que se interpuso en su camino. Esta semana, otro refugiado afgano atropelló a asistentes a una manifestación sindical en Múnich, dejando un saldo de 37 heridos y dos víctimas mortales, una madre y su hija de dos años.
La inmigración y la AfD eclipsan otros temas
Como reacción a los sucesos de Magdeburgo y Aschaffenburg, el 29 de enero Merz presentó en el Bundestag un plan de cinco puntos para restringir el ingreso de migrantes y acelerar las deportaciones.
Al no llegar a un acuerdo con los partidos del gobierno, Merz aceptó que su propuesta obtuviera la mayoría con los votos de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
Dos días después, un proyecto de ley de limitación de la inmigración presentado por Merz no consiguió la mayoría por muy poco, y contó nuevamente con los votos de la extrema derecha.
Los rivales políticos acusaron al líder de la oposición de romper tabúes y de dar reconocimiento a la AfD. Decenas de miles de manifestantes salieron a las calles de muchas ciudades alemanas en los días siguientes, y en algunos lugares incluso se atacaron las oficinas de la Unión Demócrata Cristiana (CDU).
Merkel también interviene
Incluso la antigua canciller Angela Merkel, que rara vez se pronuncia en público desde que dejó el cargo en 2021, calificó en una declaración la iniciativa de la CDU/CSU de “errónea”.
La expresidenta de la CDU recibió gran apoyo del SPD y de Los Verdes, mientras que los partidarios de Merz se indignaron por el hecho de que Merkel “traicionara” al candidato a canciller de su propio partido en plena campaña electoral.
En el bando conservador, muchos atribuyen el creciente ascenso de la AfD a la política de Merkel de abrir las fronteras a los refugiados en 2015. Además, Merz fue considerado durante mucho tiempo un rival de Merkel dentro del partido.
La AfD, que el servicio de inteligencia interior cataloga como parcialmente de extrema derecha, se mantiene estable en las encuestas por encima del 20 % y se presenta con su copresidenta Alice Weidel como candidata a la cancillería.
El SPD de Olaf Scholz se ubica en el tercer puesto con un 15-16 %, y cada vez es más improbable que pueda recuperar el terreno perdido como lo hizo antes de las elecciones de 2021.
Los Verdes, con el ministro de Economía y vicecanciller Robert Habeck como candidato a canciller, les siguen en cuarto lugar con entre un 13 y un 15 por ciento. En conjunto, el SPD y Los Verdes podrían obtener menos votos que la CDU/CSU por sí sola.
Posiblemente solo cuatro partidos en el Bundestag
La alianza nacionalista de izquierda Sahra Wagenknecht (BSW), una escisión del partido La Izquierda que aboga por una política migratoria más estricta, es una de las nuevas incorporaciones a la papeleta electoral.
Según las encuestas, no es seguro que consiga entrar en el Bundestag, es decir, obtener al menos el cinco por ciento de los votos o tres mandatos directos.
También el Partido Liberal (FDP) de Lindner podría no superar el umbral del cinco por ciento. La Izquierda, por su parte, oscila en torno al 6 por ciento y no está claro aún si podrá seguir en el hemiciclo de Berlín.
La formación de gobierno será difícil. La AfD queda descartada como socio de coalición para todos los demás partidos, que aseguran que no se aliarán con los ultraderechistas en virtud del llamado cordón sanitario.
Merz y el líder de la CSU Markus Söder han dejado claro que su preferencia sería formar una alianza con los liberales favorables al empresariado como en la época del canciller Helmut Kohl (1982-1998). Pero las encuestas no lo reflejan.
Si tanto el FDP como el BSW y La Izquierda no superaran por poco la barrera electoral del cinco por ciento, alrededor del 15 por ciento de los votantes no estaría representado en el Bundestag.
Los partidos más fuertes obtendrían entonces más escaños de los que les corresponderían por su porcentaje de votos. Y lo más probable es que uno de los partidos que han formado parte del Gobierno alemán hasta ahora volviera a sentarse en la mesa del gabinete.
¿Seguirá en el poder el partido de Scholz?
El líder de la CSU, Söder, tiene serias reservas sobre la posibilidad de aliarse con Los Verdes. En un Parlamento de cuatro partidos solo quedaría finalmente la opción de la llamada “gran coalición” de CDU/CSU y SPD, que estuvo en el poder durante 12 de los 16 años de gobierno de Merkel.
Las diferencias programáticas entre conservadores y socialdemócratas son, una vez más, considerables. El SPD quiere aumentar drásticamente el salario mínimo, gravar más a los que más ganan y relajar el freno al endeudamiento.
La CDU/CSU pretende bajar los impuestos, mantener el freno al endeudamiento y revocar la reforma de la ley de nacionalidad y la legalización del cannabis.
Al final de largas negociaciones probablemente se alcance una solución de compromiso con un democristiano al mando de la Cancillería, pero con los socialdemócratas permaneciendo en el poder, lo que finalmente sería un relevo a medias.