Por Michael Donhauser (dpa)
Londres, 30 may (dpa) – Cada vez que los tesoreros municipales escuchan el nombre de Norman Foster, echan a temblar. Y es que según sus detractores, el arquitecto londinense es uno de los mayores derrochadores del mundo. Allí donde construye algo, sale caro: Foster es famoso por que los costes de sus obras superen en millones los previstos inicialmente. Sin embargo, este detalle no ha afectado a la popularidad del visionario arquitecto, que el próximo lunes cumple 80 años.
Cuando Foster se pone manos a la obra, es que está tramando algo grande y, generalmente, con mucho acero y cristal. En Fráncfort convirtió la sede del Commerzbank en el mayor rascacielos de Alemania. En Berlín hizo historia con la nueva cúpula del Parlamento (Reichstag) y en Pekín, con su aeropuerto. En Londres, el rascacielos “Gherkin” es inseparable del nombre de Norman Foster -aunque esta torre de aspecto fálico sólo sea una de las muchas del equipo del arquitecto- y ha diseñado un nuevo megaaeropuerto que costaría más de 100 millones de libras.
No obstante, no todo son hitos. Su Millenium Bridge, un puente peatonal sobre el Támesis, no estaba aún terminado, pero su presupuesto se disparó en dos millones de libras. Pocos días después de la inauguración, las inesperadas vibraciones y problemas estructurales obligaron a cerrarlo durante año y medio, y su reparación costó otros ocho millones de libras más.
Muchos expertos consideran que el ganador del prestigioso premio Pritzker y el Príncipe de Asturias de las Artes está sobrevalorado, que el culto hacia su persona es desmedido. Ya en 1990 fue nombrado caballero, siete años después recibió la orden del Mérito y desde entonces ocupa un asiento en la Cámara alta del Parlamento. Entre sus numerosos galardones figura también el Aga Khan de arquitectura y es el único británico que ha ganado en dos ocasiones el premio Stirling.
Con todo, en la lista de los arquitectos más sobreestimados se sitúa en el puesto número cinco, por detras de otros grandes nombres como Zaha Hadid o Daniel Libeskind. “La arquitectura de Foster está sobrevalorada, porque le faltan el tono y al alma”, escribió ya en 2008 el historiador y experto en arquitectura David Watkin. Según afirma, el aeropuerto de Stansted, en el norte de Londres, es un éxito sólo porque su frente de cristal ofrece a los viajeros una vista la parte del paisaje de Essex que Foster no ha modificado.
Eso sí, a sus 80 años, este hombre casado en terceras nupcias con la psicóloga española Elena Ochoa no parece tener pensado jubilarse. Vive a caballo entre Reino Unido, Suiza y Francia y posee un jet y un helicóptero privados. Ni siquiera parece que el mundo sea suficiente para él, pues está embarcado en un proyecto de vivienda en la Luna. Junto con la Agencia Espacial Europea, Foster busca opciones para construir edificios que protejan a las personas de cambios de temperatura y radiaciones extremas o del impacto de meteoritos. Y ya tiene el primer diseño de una vivienda para cuatro personas.