Por Ariel Greco (dpa)
Santiago de Chile, 21 jun (dpa) – La serenidad de Ricardo Gareca es un sello distintivo en su carrera como técnico. Y en apenas un puñado de partidos se la logró transmitir a la selección peruana, que con esa virtud logró una sorpresiva clasificación a los cuartos de final cuando muy pocos lo esperaban.
El arribo de Perú a la Copa América fue en medio de un esceptisismo general de la prensa y los aficionados locales, que poco confiaban en un plantel que venía de fracasar una vez más en su intento de regresar a un Mundial, logro que Perú no consigue desde España 1982.
Las voces críticas eran diversas, desde el ídolo peruano Teófilo Cubillas hasta el argentino César Menotti, técnico campeón del mundo en 1978, que cuestionaban que Gareca siguiera apostando por veteranos como Claudio Pizarro, Paolo Guerrero, Juan Vargas o Jefferson Farfán.
“No se puede estar soñando con poner un jugador de 40 años que alguna vez jugó bien. Hay que buscarlos y hay que crear un equipo diferente”, dijo Menotti en su habitual columna en dpa.
Ellos tendrían que ser líderes, pero nadie quiere asumir esa responsabilidad. Ojalá que Gareca consiga transmitirles a estos jugadores que hagan de líderes”, agregó Cubillas.
Lejos de molestarse, Gareca le bajó el perfil a la polémica. “Es cuestión de gustos”, se limitó a decir sobre los cuestionamientos. “Lo importante es que tenemos una amplia vitrina. Eso es bueno para mí y para cualquier cuerpo técnico”, añadió el “Tigre”, contrariando a quienes aseguran que Perú no dispone de suficiente material.
A lo largo del torneo, Gareca mantuvo su tono. No importó perder sobre la hora ante Brasil o ganarle a Venezuela para llegar con posibilidades a la última jornada. “Hay que consolidar una idea. Lo importante es que el equipo sigue creciendo”, fue su discurso.
Ni siquiera lo cambió hoy, con el boleto de cuartos en la mano. “El equipo está convencido de lo que quiere. Aún podemos mejorar. Los jugadores tienen potencial, y ellos lo saben”, remarcó el estratega argentino. “Estoy convencido de que Perú puede mejorar las actuaciones que ha tenido. Estamos en un proceso de consolidación”, añadió con su habitual tranquilidad.
Como jugador, Gareca tenía otro estilo. Era un centrodelantero goleador, que se ganó el apodo de “Tigre” por su fiereza para jugar y que se convirtió en ídolo de Boca Juniors a principios de la década del ’80.
Sin embargo, lejos de esa comodidad, decidió dar un vuelco rotundo en su carrera al exigir la libertad de acción por un conflicto contractual, para luego pasar al archirrival River Plate en un traspaso polémico, que incluso provocó una huelga en el fútbol argentino.
Un gol suyo en las eliminatorias rumbo a México 1986 le dio la clasificación a Argentina para ese Mundial y postergó el sueño peruano. El tiempo determinaría que ese tanto no le sirvió para ganarse un puesto en el plantel campeón del mundo de Carlos Bilardo y que aquel país al que amargó sería el primero que le daría la posibilidad de dirigir a una selección nacional.
Tal vez el mayor mérito de Gareca haya estado en recuperar jugadores que parecían tener concluido su ciclo como internacionales. Situaciones de indisciplina y poco compromiso siempre habían conspirado contra el rendimiento peruano.
Por eso, sin abandonar su tranquilidad habitual, Gareca lo dejó en claro en su rueda de prensa de hoy: “Se logró un objetivo importante, quiero felicitar a los 23 jugadores por el compromiso que muestran con el país”.