El Deportivo Saprissa, el club más laureado del país, vive una de esas temporadas que duelen más por lo que se deja de hacer que por lo que los demás hacen. La molestia reciente de su dirigencia por la anulación del gol de Gino Vivi ante Cartaginés —y su comunicado arremetiendo contra el arbitraje— es solo la parte más visible de una frustración que tiene raíces mucho más profundas que una sola jugada de VAR.
Porque sí: el VAR corrigió una acción debatible. Y sí: hay margen para discutir si la anulación fue excesiva. Pero lo que Saprissa no puede hacer es tapar con polémica arbitral un torneo en el que ha perdido contra Guanacasteca, Santa Ana y Santos de Guápiles, ha empatado seis partidos (la mayoría en su casa), y ha sido incapaz de depender de sí mismo en la recta final.
¿Dónde estuvo la furia cuando empataron en la Cueva sin goles ante Puntarenas?
¿Y cuándo cayeron ante el último lugar? ¿Dónde estuvo el análisis interno tras no vencer a rivales directos como Alajuelense o Cartaginés? El VAR no fue responsable de que Saprissa haya dejado puntos vitales ante rivales modestos y que, en el papel, debía superar con autoridad.
A falta de una jornada, Saprissa depende de otros. Deberá vencer a Pérez Zeledón en la última fecha y esperar que Cartaginés no sume más de tres puntos. Esa es la realidad de un equipo que hace un año celebraba un tetracampeonato y que ahora ve cómo su lugar en semifinales se resbala por errores propios.
El problema no es el VAR, es la falta de autocrítica
El fútbol es de momentos, y este Saprissa ha tenido muchos para cambiar su destino. No lo hizo. Y si su dirigencia quiere volver a levantar trofeos, el camino no está en señalar al VAR, sino en mirarse al espejo. Porque, si en algo ha sido consistente Saprissa este torneo, es en desperdiciar sus oportunidades.
