Ciudad de México, 23 feb (dpa) – El escritor nicaragüense Sergio Ramírez recibió hoy en Ciudad de México el Premio Carlos Fuentes a la creación literaria en español, con un discurso en el que definió a la literatura como un “descenso al infierno” para denunciar la violencia y la injusticia.
“El escritor no es otra cosa que un cazador de monstruos”, dijo Ramírez en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la capital mexicana, donde recibió el galardón, dotado de 250.000 dólares y una escultura de Vicente Rojo.
El premio, en su segunda edición, le fue entregado por el presidente de México, Enrique Peña Nieto, en presencia de la viuda de Fuentes (1928-2012), Silvia Lemus, y de autoridades culturales.
“Su vida es la de un hombre congruente que ha entrelazado la palabra y la acción”, dijo Peña Nieto. “Sergio Ramírez forma parte del selecto grupo de escritores que ha hecho brillar la literatura latinoamericana en el mundo”, añadió.
El autor de “Margarita, está linda la mar”, de 72 años, hizo en su discurso de aceptación un repaso de la historia de penurias de América Latina para desembocar en una realidad donde “las viejas parcas hoy se visten de sicarios”.
“Antes los temas literarios comunes de nuestra América fueron las satrapías militares, los dictadores engalonados, el infierno verde de los enclaves bananeros, las intervenciones militares extranjeras, las revoluciones y las guerras civiles (…)”, afirmó novelista, cuentista y ensayista.
“Visto en su conjunto, la anormalidad de nuestra historia es en el presente una macabra fotografía de cuerpos regados sobre un baldío, un titular en letras rojas sobre una masacre”, dijo Ramírez, en un México todavía sacudido por la desaparición, asesinato y presunta incineración de 43 estudiantes por parte del crimen organizado en alianza con policías en septiembre.
“Pero en la vida y en la muerte de cada uno de esos seres cuyas vidas han sido cortadas hay siempre una historia que contar. Y la novela es eso, descender al infierno de cada vida, de cada cuerpo mutilado, de cada cuerpo incinerado”, agregó.
El autor de obras como “Sombras nada más”, “Mil y una muertes” y “Castigo divino” afirmó que “el mundo debe ser interrogado una y otra vez desde los libros” y advirtió que América Latina ha vivido en su historia “un estado de anormalidad permanente” que definió, antes que nada, como “anormalidades éticas”.
“El escritor está ejerciendo entonces su primer deber cívico, como enseñó Fuentes, que es el de nunca callarse frente a las injusticias, las imposiciones y la ignominias”, sentenció. “Somos testigos de cargo”.
El Premio Carlos Fuentes se concedió por primera vez en 2012 al peruano Mario Vargas Llosa. El año pasado, para esta segunda edición, se decidió convertirlo en un premio que entregará cada dos años, bajo el auspicio de Conaculta -el máximo organismo cultural mexicano- y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Este premio pone al maestro delante de su discípulo, porque de Carlos Fuentes aprendí lecciones de escritura”, dijo Ramírez. “Siempre admiré en Fuentes esa ambición ecuménica suya de tocar todos los registro y ver siempre en la historia una fuente de imaginación que nunca se agota”, indicó.
Ramírez dijo que “Fuentes pintó con palabras todo un mural en movimiento” y retrató a América Latina como un “organismo vivo de vasos comunicantes”.
El presidente de Conaculta, Rafael Tovar, dijo que la concesión del Premio Carlos Fuentes a Ramírez reconoce “a un narrador inteligente y preciso cuya principal fuerza está en su capacidad evocativa y de enorme belleza metafórica”.
En su fallo, dado a conocer el 11 de noviembre del año pasado, el jurado había elegido al autor nicaragüense por “conjugar una literatura comprometida con una alta calidad literaria y por su papel como intelectual libre y crítico, de alta vocación cívica”.
Ramírez nació en la localidad nicaragüense de Masatepe el 5 de agosto de 1942. Es autor de novelas, cuentos y ensayos y ha ganado, entre otros premios, el Alfaguara de Novela en 1998 con “Margarita, está linda la mar” y el Premio José Donoso en 2011.
En la década de 1980, fue vicepresidente de Nicaragua durante el primer gobierno de Daniel Ortega, pero a mediados de los 90 abandonó el Frente Sandinista y, tras liderar un movimiento disidente, se apartó de la política partidaria y se dedicó de lleno a la literatura.