ENTREVISTA
Madrid, 11 feb (dpa) – Tener el mejor equipo de hockey del mundo para demostrar que era el mejor país del mundo: ese era el objetivo de la antigua URSS cuando forjó con disciplina de hierro un equipo capaz de llegar a la cima sin poder evitar después su derrumbe, una historia que refleja la del propio sistema soviético.
“Red Army”, un documental estrenado en el festival de Cannes que llega este viernes a los cines españoles, arroja luz sobre esta historia en la que el deporte y la política son uno.
“Todo era política en la URSS”, cuenta el director estadounidense Gabe Polsky (1979) en entrevista con dpa en Madrid. El ballet, el ajedrez, el deporte y todo aquello en lo que destacaba el país estaba supervisado a nivel político y respondía a un único objetivo: “Enseñar al mundo que el sistema soviético socialista era el mejor”.
“Y el hockey era uno de esos instrumentos para comunicar su superioridad”, explica Polsky, estadounidense de origen soviético que también intentó convertirse en jugador profesional de ese deporte. Quedó fascinado cuando vio por primera vez cómo jugaban los soviéticos y en especial, los cinco hombres que se convirtieron en el “dream-team” de los años 80 y que llegaron a lo más alto, conquistando dos oros olímpicos (1984 y 1988) y siete mundiales.
“Fue una profunda experiencia creativa, casi religiosa para mí”, cuenta el director. “No entendía cómo un equipo nacido en un sistema opresor como era la URSS podía ser tan libre y creativo en el campo”. Un estilo de juego que contrastaba con otro más agresivo y sistemático como el estadounidense, considerado sin embargo un país democrático y libre.
Y fue esa contradicción la que hizo que Polsky deseara ahondar en sus orígenes, por los que no se interesó demasiado cuando era niño. “No pregunté demasiado y a mis padres -que emigraron desde la URSS a Estados Unidos- no les gustaba hablar de ello”, confiesa.
Pero de repente quería saber más de ese equipo, cómo eran y cómo vivieron “los cinco héroes soviéticos”: Slava Fetisov, Serguei Makarov, Igor Larionov, Vladimir Kurtov y Alexei Kasatonov.
Comenzó un amplio trabajo de lectura e investigación que le llevó a Moscú, donde se sumergió en los archivos para conseguir imágenes reales y para entrevistar a esos héroes del hockey.
Así llegó hasta Fetisov, el capitán de ese equipo de estrellas que se convierte también en el eje central de esta historia narrando sus duros entrenamientos, la forja de un equipo creativo y feroz y de una amistad a prueba de fuego, sus éxitos y conquistas y su transformación en héroes nacionales.
Pero también su reclusión durante 11 meses al año en los que no podían estar con sus familias ni siquiera en los momentos más críticos, el sacrificio de su individualidad en aras del equipo, el control absoluto de las autoridades políticas sobre sus vidas y la puesta al límite de su lealtad patriótica. Y al final, el deseo de abandonar el país, la falta de libertad, la traición y la ruptura.
“Entonces descubrí que la historia real de este equipo reflejaba la de la URSS, su ascenso y su caída, y condensaba la relación de Rusia con su propio pasado y con su enemigo estadounidense, tanto a nivel histórico como personal”, explica Polsky.
El resultado es una historia sobre el significado del patriotismo, pero también sobre amistad y traición, donde la cultura, la política, el deporte y la psicología humana se entretejen y confunden con un aderezo de humor y donde no hay blancos y negros, sino muchos grises.
Como los que transmite el propio Fetisov, un hombre que encarnó la élite deportiva en un sistema que exigía lo máximo, que luchó por su libertad hasta que consiguió marcharse a jugar Estados Unidos tras ser repudiado en su propio país y que una vez allí, tuvo que luchar porque su estilo de juego no terminaba de encajar en un sistema mucho más individualista. Al final, conquistó dos Stanley Cup (el máximo trofeo en Estados Unidos) con el equipo de Detroit.
Pese a todo, decidió volver a Rusia en 2002, llamado por el propio presidente Vladimir Putin, para convertirse en ministro de Deportes hasta 2008. Ahora, reconciliado con un extinto sistema que se lo dio todo pero que también se lo arrebató todo, es senador en Rusia.
“Su historia está llena de contradicciones. Pero también Rusia es una contradicción en sí misma, como lo es el ser humano en su psicología y sus emociones”, considera Polsky.
Sobre el delicado momento que se vive en estos momentos y que ha llevado a hablar de una nueva Guerra Fría entre Rusia y Occidente, el director se muestra cauto. “Rusia se está buscando a sí misma. Sigue luchando por encontrar su lugar en el mundo y recuperar el orgullo y prestigio que tuvo la URSS, una lucha que se libra también a nivel psicológico y personal y en la que hay mucha inseguridad”, considera Polsky.
Si se viera su película en Rusia -donde ha llegado la noticia pero no aún la proyección oficial-, ¿le gustaría a Putin? “Creo que, al igual que los rusos, la recibiría con sentimientos encontrados”, considera Polsky. “Los rusos están muy orgullosos de ese equipo de hockey y de esa sociedad soviética fuerte, pero también saben que resultó ser una mentira”.