Por Chris Melzer (dpa)
Nueva York, 4 may (dpa) – Su trabajo de mayor repercusión es, paradójicamente, el menos conocido. Y es que Orson Welles fue la voz del ominoso Robin Masters en la serie de televisión “Magnum”. Eso sí, medio siglo antes, con apenas 20 años, había experimentado y logrado más de lo que muchos conseguirían en toda una vida. El miércoles se cumplen 100 años del nacimiento de este niño prodigio del cine y la radio.
Pese a ser el autor de la pieza más famosa de las ondas y una de las películas más legendarias de la historia del séptimo arte, Welles sigue siendo menos conocido que Spencer Tracy o Clark Gable. Al contrario de lo que sucede con los identificables rostros de Cary Grant o Humphrey Bogart, el suyo no resultaría familiar al público no cinéfilo. Y sin embargo, Welles dominó los nuevos medios como ningún otro. Él, que realmente era un hombre del teatro. Que siempre actuaba, cuando no engañaba.
Nacido el 6 de mayo de 1915 en Wisconsin, Welles heredó el amor a las artes de su madre, una pianista que falleció días antes de que él cumpliera nueve años. En su juventud, probó primero suerte en el teatro y se presentó en Irlanda como estrella de Broadway. Allí lo miraron con escepticismo, pero le dejaron actuar, y entusiasmó al público. Cuando regresó a Estados Unidos, con 16 años, llegó realmente su éxito en Broadway y se dio a conocer como actor radiofónico.
Entonces llegó “La guerra de los mundos”. “¡Interrumpimos la emisión con una noticia extraordinaria!”, se escuchó en la radio aquel año 1938. En Marte se habían observado explosiones, explicaban antes de pasar a la música. Después llegaban otras noticias: los marcianos habían aterrizado y se disponían a incendiar y envenenarlo todo. Había estallado una guerra por la supervivencia que, muy convenientemente, se ganaba poco antes de las noticias de las 21 horas.
¿Sembró realmente aquella emisión el pánico entre la audiencia? Lo cierto es que, más allá de varias decenas de llamadas a la policía, no sucedió nada. Sin embargo, sus consecuencias sí perduraron: cuando tres años más tarde la misma emisora de radio informó de que los japoneses habían reducido a cenizas la poderosa base naval estadounidense de Pearl Harbor, algunos pensaron que era otro invento de ese tal Orson Welles.
Cuando se emitió “La guerra de los mundos”, Welles tenía 23 años y una exitosa carrera como productor de Broadway a sus espaldas. Tres años más tarde, filmó la película que los expertos siguen considerando a día de hoy como la mejor de la historia: “Ciudadano Kane”. El filme, que narraba la vida de un magnate de los medios en el que podría reconocerse a William Hearst, fue un fracaso. La crítica lo destrozó. Y sin embargo, desde hace medio siglo ocupa el primer puesto en la lista de la revista británica “Sight & Sound”, elegida por críticos y cineastas. Y Welles, que además interpretaba el papel protagonista, fue señalado en varias ocasiones como “el mejor director de todos los tiempos”.
De sus siguientes filmes como actor “Otelo” -que también dirigió- y “El tercer hombre” son los más conocidos. El cineasta vivió a caballo entre Europa y Hollywood y pasó temporadas en España, donde filmó la shakespereana “Campanadas a media noche” o su inacabada versión del Quijote, montada en 1992 por Jesús Franco. Y, mientras tanto, rodó peculiares anuncios de whisky en Japón que sirvieron de inspiración para “Lost in Translation”.
“Siempre busco la más elevada perfección”, decía bebiendo a sorbos en el spot publicitario. Y siempre tenía una copa o un plato de comida cerca, pues en su alimentación era como con su trabajo, excesivo. El 10 de octubre de 1985, el mismo día de su muerte, dijo en una entrevista: “No soy necesariamente un hombre feliz, pero tengo mis alegrías”. Dos horas más tarde, su corazón se detuvo. Ahora, 30 años después, podría llegar a los cines una de sus obras inacabadas, “The Other Side of the Wind”.
