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Por Nicholas St. Fleur
Un brazo huérfano de una estatua de bronce, un disco corroído adornado con un toro y tablas de madera conservadas son algunos de los más recientes tesoros que fueron descubiertos entre las ruinas del naufragio de Anticitera, un botín submarino en las costas de una diminuta isla griega. Los hallazgos datan de los albores del Imperio romano.
Los arqueólogos marinos que trabajan en un proyecto llamado “Regreso a Anticitera” anunciaron estos hallazgos el 5 de octubre, desde su última excavación del naufragio de casi 2000 años, que fue descubierto hace 115. Los arqueólogos afirmaron que el botín sugiere la existencia de al menos otras siete estatuas de bronce que siguen enterradas debajo del lecho marino. Las esculturas de bronce de esa época son poco comunes porque se solían derretir para fabricar espadas, escudos y otros artículos. Solo han sobrevivido cerca de 50 ejemplares intactos; si el equipo puede salvar las estatuas sumergidas, sería una recuperación extraordinaria de objetos antiguos.
“Digamos que descubres que hay otras siete pinturas de Leonardo da Vinci que nadie sabía que existían y la posibilidad de encontrarlas está justo delante de tus ojos”, señaló Kenneth Lapatin, un curador de antigüedades del Museo Paul Getty en Los Ángeles, quien no forma parte del proyecto. “Así se siente un arqueólogo clásico y aquellos que estudian el arte antiguo de Grecia y Roma”.
Durante más de un siglo, el naufragio ha sido una mina de antigüedades, desde estatuas de bronce y mármol de héroes y dioses del Olimpo, hasta el misterioso mecanismo de Anticitera, un dispositivo portátil para seguir los movimientos planetarios y predecir eclipses, al cual se le suele llamar la “primera computadora”. El año pasado, el equipo también recuperó en el sitio restos de un esqueleto humano del cual han rescatado el ADN.
Una mayor investigación sobre el cargamento y la estructura de madera del navío podría proporcionar conocimiento de dónde provenía la embarcación, hacia dónde se dirigía y quiénes eran los tripulantes que perecieron cuando se hundió.
Cuando unos buzos recolectores de esponjas descubrieron el naufragio a principios de la década de 1900, encontraron seis brazos de bronce. Sin embargo, fue necesario que transcurrieran décadas y existieran nuevas tecnologías para descubrir el séptimo.
En septiembre, durante las inmersiones más recientes, el equipo utilizó un detector de metales personalizado con tecnología de punta para descubrir los artículos que estaban escondidos en la arena. Alexander Sotiriou, uno de los buzos del proyecto, se topó con un brazo de bronce que estaba enterrado a más de 45 centímetros abajo del sedimento, a una profundidad de cerca de 49 metros debajo de la superficie del mar.
“Estamos ante la presencia del navío más grande de la antigüedad que hayan investigado los arqueólogos subacuáticos”.
“Desde el principio supimos que era un hallazgo significativo”, afirmó Sotiriou, quien pasó la mayor parte de la hora que tenía de oxígeno intentando levantar con una palanca el pesado objeto que se encontraba debajo de una roca. Otros buzos del proyecto lo relevaron y recuperaron la extremidad verde e incrustada que se extendía desde el hombro hasta la punta del dedo medio.
“Le faltan un par de dedos, pero sigue siendo un hallazgo magnífico. Se puede ver la belleza de este brazo”, señaló. “Se ven los músculos, los tendones, los dedos. Se distinguen los detalles que se pueden admirar en la piel desnuda”.
Debido a que las extremidades parecen ser fragmentos de estatuas, en lugar de partes individuales que se transportaban, los investigadores creen que el resto de los cuerpos están esperando a ser descubiertos.
Durante las inmersiones más recientes, el equipo también descubrió un pequeño disco de bronce con cuatro empuñaduras. Cada punta del objeto tiene un hoyo, los cuales se pudieron utilizar para atornillarlo sobre algo con el fin de que sirviera de protección. Está tan corroído como el brazo.
Cuando Brendan Foley, codirector del proyecto y arqueólogo de la Universidad de Lund en Suecia, encontró el objeto, no podía creer la suerte que tuvo. Pensó que posiblemente era una pieza faltante del mecanismo de Anticitera: tal vez la aguja más extraña dentro de su pajar submarino.
“Apareció este objeto y dije: ‘¡Santo cielo! Vengan aquí, muchachos. ¿Acaso no parece una parte del mecanismo?’”, comentó. “Todos comenzamos a reírnos porque no podía ser posible. Pero vaya que lo parecía”.
Lo enviaron a un laboratorio en Atenas para que le hicieran pruebas con rayos X y encontraron que debajo de la superficie deteriorada verdinegra había un toro decorativo. Realizarán más experimentos para saber de qué se trata. A pesar de que no han descartado que sea parte del mecanismo de Anticitera, afirmaron que podría ser fácilmente un adorno del barco o de un jarrón.
“Si es parte del mecanismo de Anticitera, es un hallazgo perfecto”, señaló Angeliki Simosi, director del Eforado Griego de Antigüedades Submarinas en Atenas. “Todo el mundo hablará del tema”.
La embarcación que llevaba los tesoros de Anticitera era algo similar a un avión supertanker antiguo o un crucero de lujo que llevaba granos y obras de arte para comerciar con ellas en el Mediterráneo, incluidas estatuas de mármol y bronce que se enviaban a los más ricos de los ricos, según el Dr. Foley. Por lo tanto, el sitio ofrece una mirada no solo a la vida de las élites, sino también a la floreciente sociedad global y urbana de principios del Imperio romano.
“Estamos ante la presencia del navío más grande de la antigüedad que hayan investigado los arqueólogos subacuáticos”, afirmó Foley.
Con un estimado de 48 metros de largo, la embarcación fue como el Titanic de su tiempo. El supuesto de los científicos es que su “iceberg” fue una tormenta violenta que lo hizo chocar contra del risco de la isla. Entonces el navío se sumergió hacia el fondo del mar, donde lo más probable es que haya rodado varias veces, lo que provocó que arrojara sus tesoros y artículos por todo el lecho marino. En los dos milenios que han pasado desde entonces, los terremotos y los deslaves han sacudido sus restos y han logrado destruir y enterrar aún más su tesoro de alfarería y piezas de arte helenístico y clásico.
Sin embargo, en las últimas inmersiones, el equipo recuperó tablones de madera y piezas de la estructura del barco, lo cual puede determinar su país de origen, que ha sido cuestionado recientemente.
Durante décadas, la gente se refirió a este como un naufragio romano, como en el documental de Jacques Cousteau Diving for Roman Plunder. Sin embargo, hallazgos hechos por el equipo desde 2012 —como un análisis químico del plomo de algunos componentes del barco, el cual se rastreó hasta el norte de Grecia, y las posesiones personales que encontraron con nombres griegos grabados en ellas— están cambiando esa forma de pensar, señaló Foley. “Está empezando a verse como una construcción griega, con una tripulación griega, no un navío romano-italiano”.
Planean enviar muestras de la madera a investigadores en Tel Aviv para determinar qué árboles se utilizaron y de dónde provienen, lo cual ayudaría a resolver el debate.
Además, el Dr. Foley asegura que las inmersiones futuras en 2018 revelarán más.
“Estamos montando el escenario, pero lo verdaderamente espectacular está allá afuera seduciéndonos”, comentó.