¿Kitsch, arte o nacionalismo? La capital de Macedonia se reinventa

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Fachada principal del Museo Arqueológico de Skopie. Crédito: Thomas Brey / dpa

Por Thomas Brey (dpa)

SKOPIE (dpa) – Aunque puede que no muchas personas sean capaces de situar en el mapa a la pequeña Macedonia, la capital de este empobrecido país balcánico emula la belleza de grandes urbes europeas como Roma o París.

Desde hace cinco años, el antaño desolado centro de esta ciudad de dos millones de habitantes está siendo sometido a una profunda restructuración con el objetivo de atraer a turistas de todo el mundo. Además, en los últimos tiempos se han construido suntuosos edificios neoclásicos y decenas de estatuas y puentes.

“Hemos levantado un homenaje a todos nuestros predecesores”, apunta el arquitecto estrella Vangel Bozinovski al ser preguntado por el objetivo de la remodelación. “Tenemos una historia de 8.000 años que queremos mostrar”.

Sin embargo, el artista se enfrenta a una fuerte contradicción entre la historiografía nacional y extranjera, que sitúa a los eslavos macedonios por primera vez en esa región en el siglo VI después de Cristo. “No emigramos, sino que siempre estuvimos aquí”, defiende por el contrario Bozinovski.

Macedonia, ocupada por el Imperio otomano hasta 1912, mostrará esa supuesta gloriosa historia con 24 edificios neoclásicos, 40 monumentos, fachadas de viviendas de la época comunista que fueron reformadas, cuatro nuevo puentes y dos enormes fuentes.

Incluso se ha construido un arco del triunfo en el centro, la “Porta Makedonija”, probablemente un ejemplar único en la época actual. Con motivo de la fiesta nacional, el pasado 1 de agosto, se activaron pomposas fuentes iluminadas y se sentaron las bases para levantar una noria gigante al estilo del “London Eye” de la capital británica.

Algunos arquitectos extranjeros sacuden la cabeza y miran con desprecio las construcciones, tildándolas de “kitsch” o copia de Disneyland.

El economista Branimir Jovanovic, miembro de la organización crítica con el gobierno Solidaridad, ve en los esfuerzos urbanísticos el intento del cada vez más autoritario Nikola Gruevski de fomentar el nacionalismo en un país con apenas 24 años de independencia.

Pero sólo para la mayoría eslava, pues la minoría albanesa -que constituye, según las estimaciones, hasta una tercera parte de la población- no quiere tener nada que ver con esta reinvención de Skopie.

El pasado mes de mayo la oposición publicó conversaciones telefónicas interceptadas al jefe de gobierno y sus ministros en las que el primero les daba detalladas órdenes sobre el aspecto que debían tener los edificios, emulando otros que había visto en el extranjero.

“La población está muy satisfecha”, aseguró el renombrado escritor Aljosa Simjanovsi el mes pasado en declaraciones al diario “Utrinski vesnik”: “El tiempo demostrará quién tenía razón”.

Los críticos de las construcciones “etnocentristas” denuncian sin embargo que el empobrecido país podría haber invertido mucho mejor el dinero. Al fin y al cabo, los costes de la restructuración, calculados originalmente en 2010 en unos 80 millones de euros, ascendieron a entre 500 y 600 millones.

Y esos costes y los planes urbanísticos, así como los motivos que están detrás de ellos, siguen siendo secreto de Estado del gobierno nacional conservador.

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