Por Elena Box (dpa)
San Sebastián, 24 sep (dpa) – En el año de la histórica aprobación del matrimonio gay en Estados Unidos, el Festival de San Sebastián recuperó hoy en “Freeheld” la batalla por la igualdad que protagonizaron dos de sus anónimas heroínas, encarnadas por Julianne Moore y Ellen Page.
Moore, que tras “The Kids Are All Right” brilla nuevamente como lesbiana en este papel por el que algunos la señalan ya para los Oscar, fue la gran ausente de la jornada. En “Freeheld” da vida a la condecorada agente de Nueva Jersey Laurel Hester, quien a punto de morir de cáncer desea que su novia (Page) pueda quedarse con su pensión.
Sin embargo, aunque la recién aprobada ley de parejas de hecho les concede esa posibilidad, los funcionarios del condado se la deniegan. Así, en medio del sufrimiento y la cuenta atrás marcada por su enfermedad terminal, la valiente policía emprende una ardua lucha para reivindicar el mismo trato que recibiría cualquier matrimonio heterosexual.
La de Laurel y Stacie “me pareció una de las historias de amor más hermosas que se habían escrito”, contó hoy su director, Peter Sollett, en la presentación a los medios. “Cuando leí el guión me conmovió profundamente”, añadió por su parte la joven Page. Lo que ambas lograron “en medio de esa tristeza y dificultad inmensa fue muy importante”.
Enfundada en un traje negro que le otorgaba un “look” muy andrógino, Page se convirtió en objeto de todos los flashes, como ya ocurrió a su paso por Toronto. A sus 28 años, la actriz nominada al Oscar por “Juno” afirmó que tras salir del armario el pasado febrero se siente “feliz” de poder ser ella misma “y amar a quien quiera de manera libre”.
Preguntada por si ha notado un cambio de actitud hacia ella en Hollywood tras declarar su homosexualidad, Page respondió con un “ya veremos”. Pero agregó que se siente “emocionada e inspirada” y que eso le afecta a nivel creativo. “Para mí, todo ha sido positivo en todas las facetas de mi vida”, agregó.
Si la jornada había arrancado reivindicativa con “Freeheld”, que fue recibida con un caluroso aplauso, continuó sembrando el debate con “Les chevaliers blancs”. Y es que Joachim Lafosse, una de las miradas más personales del cine belga, se propone aquí nada menos que volver a poner sobre la mesa una cuestión tan delicada como el derecho de injerencia humanitaria.
Lafosse se inspira en la historia real de la ONG francesa Arca de Zoé, que en 2007 saltó a los titulares cuando sus miembros fueron detenidos en Chad intentando embarcar a un centenar de niños presuntamente huérfanos de Darfur rumbo a Francia. Sin embargo, se descubrió que eran chadianos, y muchos sí tenían familias.
“Con esta película lo que quería era ser más consecuente que las personas a las que filmo”, explicó el director de “À perdre la raison”. Y es que como artista, no le interesaban tanto la objetividad periodística o la verdad judicial, sino señalar con el dedo ese “narcisismo” de quienes piensan “que saben mejor que nadie lo que le conviene al prójimo”.
“En Francia es muy difícil adoptar y muchas veces oigo que la gente se enerva cuando otros países protegen a sus niños obstaculizando la adopción internacional. Eso siempre me ha parecido muy sospechoso”, declaró. Por eso, si como ocurrió con el sonado caso del Arca de Zoé la película “pudiera reabrir el debate del derecho de injerencia” sería un gran placer, añadió.
Finalmente, la tercera película del día en la carrera por la Concha de Oro saltó de Chad a China con el drama en un estilizado blanco y negro “Back to the North”, del director de “Addicted to Love” Liu Hao. El filme, que tuvo una acogida más bien fría, gira en torno a las “familias perdidas”, esas que sufren la muerte del único de sus descendientes.