Por Elena Box (dpa)
Madrid, 16 mar (dpa) – La “milla del arte” de Madrid cobró hoy acento suizo con la llegada de uno de los acontecimientos culturales del año: el desembarco de Picasso, Klee, Renoir, Rothko, Kandinsky, Giacometti, Richter o Warhol de la mano del Kunstmuseum de Basilea, que cierra temporalmente sus puertas para someterse a una remodelación.
Así, desde el miércoles y hasta el 14 de septiembre, el Museo del Prado acogerá entre sus maestros barrocos diez de los “Picassos” más destacados de la institución suiza, mientras que el Museo Reina Sofía ofrecerá la ocasión “irrepetible” de contemplar una cuidada selección de 166 de sus obras, que abarcan desde el simbolismo al pop art pasando por la Bauhaus, el surrealismo, el constructivismo ruso o post-expresionismo alemán.
La primera exposición, titulada “10 Picassos del Kunstmuseum Basel”, supone un reencuentro del genio español (1881-1973) con el museo que recorrió de niño, estudió en su juventud y dirigió simbólicamente en los años de la Guerra Civil. Y como destacó su director, Miguel Zugaza, el Prado recibe esta “ofrenda” suiza “por la puerta grande”: en su Galería Central, considerada la columna vertebral de su colección permanente.
La muestra está concebida como una pequeña retrospectiva del artista desde 1906 a 1967, con hitos de su etapa rosa como “Los dos hermanos”, el precubismo de “Panes y frutero con fruta sobre una mesa”, el cubismo sintético de “Mujer con guitarra”, el regreso a la representación figurativa tradicional con “Arlequín sentado” o el retrato libre de su musa Dora Maar en “Mujer con sombrero sentada en un sillón”.
“Basilea se siente muy unida a Picasso debido a la recepción que hubo de su obra, aunque él apenas estuviera presente físicamente en la ciudad”, explicó a dpa Nina Zimmer, conservadora del Kunstmuseum y co-comisaria de las exposiciones. “Probablemente Picasso no habría tenido la carrera que tuvo si no hubiera sido por los coleccionistas, comisarios y directores de museos de Basilea”.
Y es que para los habitantes de la tercera ciudad más poblada de Suiza, 1967 estará ligado para siempre al nombre de Picasso. Ese año, el Kunstmuseum adquirió “Los dos hermanos” y el “Arlequín sentado” gracias al apoyo de la población, que lo ratificó en un referéndum y se movilizó con pancartas como “All you need is Pablo” para que las obras no abandonaran la ciudad.
Conmovido por aquel gesto excepcional, el artista respondió regalando a la institución un estudio y tres pinturas que también forman parte de la muestra. Y ahora, estos “picassos” dialogan desafiando al sentido convencional del tiempo con las obras maestras de Rubens, Tiziano, Tintoretto o Veronés, en un “cruce de miradas” que, según apunta Zimmer, permite descubrir una relación diferente en cada pasillo.
No obstante, Picasso no sólo estará presente en el Prado, sino que también podrán verse obras suyas en las dos muestras del Reina Sofía que mañana inaugurará la monarca Letizia: “Fuego blanco. La colección moderna del Kunstmuseum Basel” y “Coleccionismo y Modernidad. Dos casos de estudio”. Ambas ponen de manifiesto el “modelo a seguir” de una ciudad humanista “donde cultura, arte y educación son inseparables”, señaló Manuel Borja-Villel, director de la institución madrileña.
Y es que el Kunstmuseum está considerado el primer museo público municipal de la historia del arte, cuyos fondos comenzaron a fraguarse en el siglo XVII gracias a la iniciativa de las autoridades y la contribución de destacados coleccionistas de la burguesía. Dos de ellas fueron las de Rudolf Staechelin e Im Obersteg, que en “Coleccionismo y Modernidad” reúnen 62 pinturas en su mayoría nunca vistas en España.
Pioneras a la hora de fomentar el cambio de gusto hacia lo moderno, estas colecciones permitirán al público contemplar desde la “Cabeza de mujer” de Van Gogh a “La bebedora de absenta” de Picasso o el famoso “Autorretrato” de Marc Chagall, que se suman a 104 las pinturas, esculturas, collages, fotografías y vídeos de la exposición “Fuego blanco”.
De la “Mujer con mandolina” de Juan Gris al “Senecio” de Paul Klee, el “Optical Car Crash” de Warhol, la “Calle en Aasgardstrand” de Munch o las esculturas en bronce de Giacometti, sin olvidar el negro del “No. 1” de Rothko, la muestra supone un recorrido desde finales del siglo XIX a la modernidad. Una “colección de colecciones”, resumía Borja-Villel, que pone de manifiesto una forma diferente de entender el arte.