Por Ana María Pomi (dpa)
Río de Janeiro, 15 feb (dpa) – Cuando se dice “carnaval de Brasil”, vienen a la mente en forma inmediata los fastuosos desfiles de las escuelas do samba de Río de Janeiro, que deslumbran al mundo con sus espectaculares despliegues de trajes y carruajes.
Sin embargo, mucho más que un espectáculo al que se asiste desde un palco, el carnaval brasileño es un estado de espíritu.
Desde que el Rey Momo recibe las llaves de la capital fluminense -un acto simbólico que le otorga al “dios del sarcasmo” el gobierno de la ciudad y oficia de pistoletazo inicial del carnaval- todo el pueblo entra en una suerte de trance festivo durante el cual se permite pecar sin culpa -salvo para los religiosos más ortodoxos- y cuya alegría intrínseca invade cada rincón del país y se mete dentro de las mismas casas.
“Feliz carnaval”, es el deseo que se transmite al saludar al vecino durante los días en que dura la festividad, algo que demuestra que se trata de una compartida vivencia interior.
En las casas, los preparativos para la “fiesta de la carne” son similares a los de Navidad o Día de Acción de Gracias, con la diferencia de que en el caso del carnaval, la consigna es agitar y divertirse.
Ya desde la mañana, durante los días de carnaval la música desborda desde las ventanas de los hogares e inunda las calles del barrio. La heladera se llena de comidas propias para enfrentar interminables horas de baile y temperaturas extremas, y, sobre todo, de mucha cerveza, el “elixir oficial” del carnaval.
Asimismo, grupos de amigos o familiares preparan en los días previos atuendos especiales para los días festivos, que pueden ser esmerados disfraces o simplemente prendas cómodas para “pular” (saltar) por las calles junto a las comparsas.
Las revistas femeninas, en tanto, se abocan a publicar orientaciones para disfrutar de la fiesta de la mejor manera: “Qué vestir en carnaval”, “Los calzados más cómodos para bailar en carnaval”, “Cómo festejar el carnaval sin salirse de la dieta”, “Cuidados especiales para contrarrestar los excesos durante el carnaval”, “Cómo sobrellevar la resaca del carnaval”.
Los consejos sobre los excesos tienen un incontestable fundamento, una vez que los exabruptos de todo tipo, y no solo de comida y bebida, son uno de los tópicos de la fiesta.
A los millares de litros de cerveza y “caipiriña” -bebida hecha con aguardiente de caña, azúcar y limón- y las comidas “chatarra” que suelen sustituir por esos días a la comida casera, se suman otros varios excesos, entre los que se destacan los relativos a la sexualidad.
La más tímida de las prácticas en tal sentido, generalizada y permitida, son los sensuales bailes que se ejecutan durante los desfiles callejeros. Sus coreografías osadas y de movimientos explícitos destilan tal voluptuosidad que llegan a ruborizar a extranjeros incautos, quienes generalmente arriban a Brasil en la época de carnaval pensando que la fiesta se limita a los desfiles en el famoso “sambódromo”.
Un tono más arriba en lo que a sensualidad se refiere está la costumbre, tan generalizada como la anterior, de besar en la boca a la mayor cantidad posible de personas desconocidas.
Tan arraigada está la práctica, y tan admitida la idea de que en esos días todo está liberado, que muchas parejas suelen darse “licencia” para disfrutar a gusto los festejos, sin necesidad de rendir cuentas al término de la fiesta.
La cantante Preta Gil, hija del también músico Gilberto Gil, promovió durante uno de los desfiles callejeros cariocas un “besazo” generalizado, incentivando a los millares de fans que la seguían a besarse durante el mayor tiempo posible con quien tuvieran al lado, sin importar si era conocido o no. La idea fue rotundamente apoyada por el casi medio millón de personas que bailaban esa tarde por la rambla de Río.
Obviamente, en ese escenario, que incluye además multitudes apretujadas, sudadas, alcoholizadas y dispuestas al goce, practicar sexo “por ahí” es una constante.
Tanto es así, que en Salvador de Bahia, ciudad que experimenta el carnaval más sensual del país, este año se estrenó una “cápsula del sexo”, un pequeño gabinete dispuesto a 15 metros de altura, en cuyo interior se pueden tener relaciones sexuales “rapiditas” -de 15 minutos- sobre un sofá, con aire acondicionado y mirando el mar.
Las autoridades no tuvieron más remedio que tomar nota de los excesos generalizados, por lo que año a año realizan esmeradas campañas de información para evitar la transmisión de enfermedades venéreas, al tiempo que se reparten gratuitamente condones de todo tipo.
Una conocida marca de cerveza, aprovechando la lascivia generalizada, realizó una campaña publicitaria que ponía en boca de mujeres frases como “Dejé el ‘no’ en casa” y “Acepto antes de que me pregunten”.
La iniciativa irritó a grupos de defensa de los derechos de las mujeres y a millones de brasileñas, y tuvo que ser retirada después de que se acusara a la firma de incentivar el tristemente clásico asedio del que son objeto las mujeres durante el carnaval, época en la que aumentan los abusos y las violaciones.
Esos multitudinarios festejos paganos también permiten “exorcizar” los problemas que afectan al país, en el caso de este año los escándalos de corrupción en la estatal Petobras y la sequía que azota a más de la mitad de las principales regiones metropolitanas del país.
De satirizar esos problemas de manera divertida y creativa se encargan los millones de “anónimos” que hacen vibrar las calles junto a las comparsas. Estos grupos familiares y “amateur” se organizan año a año para desfilar con vestuarios confeccionados por ellos mismos, y que giran en torno a determinado tema.
Este años, muchos desfilaron disfrazados de canillas o pozos de agua, denunciando el racionamiento de agua, y otros vestidos de expendedores de gasolina en alusión a los desmanes en Petrobras.
Otras “fantasías”, como se les llama en portugués a los disfraces, suelen evocar a legendarios personajes reales o de ficción, como superhéroes, la vecindad del Chavo del 8, políticos, actores del cine y la televión, entre muchos otros.
El desenfreno generalizado se termina, salvo excepciones, el martes de carnaval, un día antes del comienzo de la cuaresma católica, durante la cual el alegre libertinaje dará paso al recato que según la religión debe anteceder a la Pascua.