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Una excursión en busca de los koalas dormilones

Koala
Un koala y su cría en un eucalipto. Crédito: Roland Weihrauch / dpa

  Por Söhnke Callsen (dpa)

Townsville (Australia) (dpa) – No es sencillo encontrar un koala en la naturaleza. Llevamos más de media de camino, hace mucho calor. Nos rodean árboles secos y rocas, al fondo se oye el rugido del océano.

Estamos en la pequeña isla Magnetic Island, frente a la costa oriental de Australia. Aquí hay muchos koalas, nos han dicho.

A estos curiosos animalitos se les puede encontrar a grandes alturas sobre las copas de los árboles de eucalipto. Allí permanecen los koalas casi todo el día. Comen las hojas de eucalipto y apenas se mueven del lugar. Para descubrirlos hace falta tener paciencia.

En la isla crecen muchos eucaliptos. Los koalas se alimentan de sus hojas. Pueden comer hasta un kilo de hojas por día. En las mismas ramas del árbol se acomodan para dormir o descansar.

Así es que, mientras andamos, miramos todo el tiempo hacia arriba, a las copas de los eucaliptos. ¡En algún lado los tendremos que encontrar! Tal vez estén escondidos en lo más profundo del bosque, donde hay más sombra.

El sol quema, ya estamos un poco agotados de la caminata.

¡Pero alto! Allí arriba parece haber algo. Dos de nosotros miran con atención hacia la copa de un eucalipto. Al acercarnos los vemos todos: dos koalas están sentados en una rama, uno grande y otro más pequeño. Probablemente se trate de una madre con su cría.

Parecen dos personajes montados en una moto. El más pequeño está arrimado a la espalda del más grande, aferrado a su pelaje. Sus traseros están bien afirmados sobre la rama.

Sus ojos redondos, las grandes orejas y la piel gris los hace parecer osos de peluche. Pero los koalas no son parientes de los osos. Son marsupiales, animales que crían a sus hijos en una bolsa sobre el vientre, como los canguros, los wombats y muchos otros animales en Australia.

Ahora estamos todos rodeando el árbol de los dos koalas y los observamos con curiosidad, apuntamos con nuestras cámaras fotográficas para llevarnos una imagen de recuerdo. Pero ellos no se dejan molestar. La madre apenas abre un ojo de vez en cuando para mirar cansada hacia abajo. El pequeño se estira un poco, mira hacia arriba y aprieta su trompa contra la madre.

«Pero estos no hacen nada», dice un hombre algo decepcionado.

Los dos no son la excepción: los koalas no son muy movedizos. De las 24 horas del día duermen o descansan 20. Apenas después de la caída del sol se ponen lentamente en movimiento para alimentarse. No se puede pedir a los koalas que salten alegremente de rama en rama, eso no lo harán nunca.

Así es que nos debemos conformar con haberlos visto descansando. De todos modos valió la pena. No se ve todos los días animales de peluche arriba de un árbol.

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