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San José, 5 oct (elmundo.cr) – Los estragos que dejó a su paso la tormenta tropical Nate tienen al país partido a la altura de El Guarco de Cartago. Comunidades aisladas en medio de derrumbes, desbordamiento de ríos y daños estructurales en las principales vías que comunican hacia la zona Sur del país, son la constante en este escenario de caos luego de dos noches de fuertes lluvias y vientos.
Cortes de electricidad, falta de agua potable y familias que se aferran a sus casas, tienen corriendo a las autoridades que tratan, con más ganas que medios, de poner orden en esta zona de la geografía nacional.
A esto se suman los derrumbes entre Paso Real y Palmar Norte y la caída de uno de los rellenos de aproximación del puente sobre el río Grande de Térraba, en la ruta que comunica Paso Real con San Vito, el cierre de la ruta 27 y la falta de paso hacia la zona de los Santos agudiza la crisis a menos de un año del paso del huracán Otto.
La emergencia nacional, que ya suma 8 muertos y 7.000 damnificados, tiene al país en alerta roja. Un equipo de EL MUNDO realizó un recorrido por las comunidades del sur de la provincia de Cartago, donde se acaba el paso por tierra en la ruta 2, del Cerro de La Muerte.
Sobre esta ruta, a la entrada de la cuesta donde inicia la subida al Cerro de La Muerte “hay cerca de seis o siete deslizamientos sobre la carretera. Ya la maquinaria está trabajando, pero no se puede ir más alá de Casa Mata”, asegura el oficial de Tránsito Juan Díaz, junto a un compañero no identificado que de momento, son suficientes para persuadir a una decena de traileros que desde la madrugada de este jueves esperan la apertura del paso.
Decir que había filas de camiones y conductores cansados es redundar sobre lo que se ha visto en redes sociales y en todos los medios de comunicación. Aquí lo que se respira es la zozobra.
A unos diez kilómetros de allí, en el poblado de Tablón el río Azahar, que según cuentan los vecinos de la zona no se desbordaba desde la década de los 90, ruge como un gigante que mastica piedras mientras las latas de los techos en el bajo vibran con la lluvia persistente que en los últimos dos días no ha dejado de caer.
Tablón de El Guarco se llena de barro como en la época de la colonia, cuando a estos valles se les llamaba la Ciudad del Lodo. Pero ahora, son vecinos como Evangelista Vargas quienes esperan que escampe y sobre todo, que el agua no se los lleve a él y su familia.
“La lluvia no ha parado. Hay mucho palo caído, y las autoridades no llegan aquí, solo los vecinos ayudan y se reúnen”, dice Vargas agarrado de su paraguas.
La vía hacia la comunidad de Frailes está cerrada a unos 200 metros de donde Vargas habla. Los troncos impiden el paso de cualquier vehículo, el tendido eléctrico está en el suelo, y grupos de vecinos miran asombrados los terraplenes que han caído sobre la vía, mientras el río, amenazante, sigue sonando en el fondo de un abismo que a veces parece estar más cerca.
Justo esta tarde, se puede apreciar que el llamado hundimiento de Tablón se ha hecho más profundo. El asfalto está quebrado en varias secciones y una cinta amarilla aparece como un intento absurdo de frenar la caída libre hacia el cauce del río Azahar.
“Los ríos tenían años de no desbordarse a este nivel. Y aquí en el pueblo la mayoría de personas son agricultores y dependen mucho de la tierra y de los ríos para sobrevivir”, afirma Alejandro Navarro, otro vecino de esta parte de Tablón.
En Tobosi, a unos cinco kilómetros de Tablón, cuatro familias no quisieron abandonar el sitio pese a los esfuerzos de la comisión municipal de emergencias para evacuarlos.
El vicealcalde de El Guarco, Pedro Coto Solano, coordina la Comisión Local de Emergencias. Asegura que se han hecho rondas por los diferentes poblados, y que vecinos en situaciones como las de Vargas, se niegan a dejar sus casas.
Coto espera que la fractura del asfalto no derive en una caída completa de la vía, aunque poco falta. Unos kilómetros más arriba, los derrumbes y la caída de árboles hacen imposible el paso.
Además, afirma que tienen preparado un albergue para 40 personas, listo para ser utilizado justo a un costado de la parroquia de El Tejar, en este mismo cantón.
Ya cerrada la noche, el informe de la Comisión Nacional de Emergencias apuntaba que las diligencias frente a la crisis se mantendrán activos, las cuadrillas seguirán trabajando bajo la lluvia y el viento, mientras los vecinos y transportistas esperan que la tormenta Nate acabe.