
San José, 10 dic (elmundo.cr)- El tiempo no exime a nadie, es algo que provoca a la vida y sin él nada avanzaría. El tiempo pasa y ni siquiera exime a Óscar Arias, quien luce el mismo corte de cabello de su época gloriosa ochentera como político, solo que ahora color ceniza, mismo corte con el que hace 30 años fue reconocido como el hombre más importante en la búsqueda de paz.
La parsimonia de su voz ahora es víctima de impases de silencios que son rotos con una que otra tos repentina, y aunque los años pasan y pasan, lo único que el dos veces presidente de Costa Rica rescata es la memoria. Tiene sus recuerdos tan lúcidos que los trae al presente sin problemas. Y es capaz de dar detalles como los de cuando le avisaron que ganó el Nobel de la Paz de 1987.
Óscar Arias detalla que estaba en la playa Marino Ballena, en la Península de Osa, cuando una madrugada de octubre le avisan que gana el Premio Nobel, mismo que llega a sus manos hasta el 10 de diciembre, en Oslo, Noruega.
Dice que nunca creyó que por impulsar el proceso de paz de las guerras civiles de Centroamérica iba a ganar uno de los reconocimientos más importantes de la humanidad.
“No, no por una razón muy especial: porque yo no sabía que fui nominado. Durante todo el año 87, antes de octubre, muchos centroamericanos se acercaron a mí para decirme que me querían nominar y bueno hay una fecha en que termina el periodo para poder hacer nominaciones, esa fecha ya había vencido (…). Lo que pasa es que yo ignoraba entonces que cuatro suecos a quienes yo no conocía me habían nominado”, dice Arias sin ninguna alteración emocional evidente.
Las declaraciones las da en su biblioteca personal que no está a poco más de 30 pasos de la entrada de su casa, en Rohrmoser, San José. Es un sitio amplio y luminoso, con dos lámparas de cristal que emanan luz amarilla que no se refleja en las paredes llenas de libros. Hay una alfombra estampada y sobre ella una mesita de vidrio con papel de autoría de escritores del calibre de Churchill y un busto de algún hombre famoso, de cualquier siglo que a la ligera no se logra identificar, entre otras cosas.
Se sienta en su espacio innegociable, de espaldas al escritorio, y coloca las manos en los descasabrazos de la silla de madera y cuero. Lo hace al estilo de Frank Underwood, el famoso personaje de la serie House of Cards de Netflix, pero sin la malicia ni la misma mirada, simplemente es la primera posición cómoda a la que se adapta para arrancar una entrevista de casi 30 minutos.
Está ahí frente a un equipo de El Mundo, dispuesto a hablar sobre el proceso de paz que enfrentó en los 80, las conversaciones tensas con Ronald Reagan en Estados Unidos y Europa, sus aliados políticos, el Premio Nobel o cualquier cosa del pasado de la que tenga conocimiento.
Muchos podrían considerar que Arias cree que su mayor logro fue el de Esquipulas, en Guatemala, durante su primer mandato (1986-1990). Pero no: él cree que su mayor logro como presidente se da en 2006, en el segundo periodo al mando. Va más allá: es “el mayor aporte que la diplomacia costarricense le ha hecho a la humanidad, no hay nada más importante que eso, mucho más importante que la pacificación de Centroamérica”.
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Arias, abogado, economista y politólogo; cree que la petición que suscribió Costa Rica en 2006 para que la Asamblea General de Naciones Unidas considerará regular el comercio de armas, es más importante que haber logrado la paz en la región. Lo dice luego que en 2013 se aprobará la propuesta por la Asamblea General y entrara en vigor el 24 de diciembre de 2014.
Reconoce que el Premio Nobel de la Paz le valió para poder hacer ese tipo de recomendaciones a órganos internacionales, pero asegura le ha dado 90 reconocimeintos doctoris causa, un Príncipe de Asturias, el galardón Martín Luther King, una medalla de la libertad y otros más. Empero, dice que al ser Nobel no todo es color de rosa, y aunque le ha dado buenos réditos, confiesa que tiene su lado pesado.
“Por otro lado el Premio Nobel significa también una carga, porque la gente, sobretodo fuera de mi país, piensan que un premio nobel tiene dotes especiales, intelectuales y conocimientos abundantes”, confiesa Óscar Arias.