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Fernando Ocampo es el presidente que tuvo que sortearlo todo para llevar a Alajuelense al título más anhelado

» El jerarca de Alajuelense vivió todo tipo de adversidades para sostenerse en el proyecto y alcanzar las metas

San José, 20 de diciembre. (elmundo.cr).- El balón no solo se patea en la cancha, la estrategia también se aplica en la política, principalmente en un equipo como La Liga.

Junio del 2016, la Junta Directiva del momento sabía que tenían perdida la Asamblea General Ordinaria del mes de noviembre donde se elegiría el nuevo presidente de la Asociación Liga Deportiva Alajuelense. 

El presidente más ganador (títulos en el Invierno 2010, 2011, 2012 y 2013, además del Verano 2011) de la centenaria historia eriza, Raúl Pinto Odio, terminaría sus seis años de mandato y el plan de entonces era darle el relevo a algunas de las figuras presidenciales de su grupo de socios. Ya fuera un compañero de dirigencia u otra cara presidenciable de su círculo. 

El presidente del momento y algunos allegados empezaron a tocar las bases para medir los apoyos a su grupo. Típico de la política, porque el mundo rojinegro es eso: política en su máximo significado. 

Tendencias encabezadas por figuras que marcaron su paso por la institución. Es un ajedrez de votos que comienza a moverse con suficiente tiempo para tener certeza del escenario: una victoria fácil, una contienda reñida o una retirada con orgullo porque de antemano se sabe que no hay opción de ganar en el escenario que define al liguismo: lo que dicta la asamblea de Socios. 

Una cena, en un domingo por la noche, fue el escenario para enterarse que emergería un nombre poco conocido en el escenario electoral manudo: Fernando Ocampo Sánchez, vecino de Alajuela. 

Era una cena importante en Curridabat con los líderes del grupo que mantuvo a Pinto Odio en la presidencia. El mensaje fue rotundo: para esta ocasión tenemos nuestro proyecto con otro grupo de socios, la figura presidencial es Fernando Ocampo. 

Sin el apoyo de ese grupo, la misión de ganar la votación era difícil. Ya lo habían intentado grupos opositores a la idea de Raúl Pinto, y no pudieron lograr una victoria porque ese grupo se imponía en bloque en las urnas. 

Días después de esa reunión comenzó a mencionarse la palabra consenso, para evitar mencionar el término retirada. O la frase: tenemos perdida la asamblea, no nos vamos a postular.

El 26 de noviembre del 2016 Ocampo recibió la responsabilidad de asumir la presidencia de una de las instituciones más mediáticas del país, ese equipo de fútbol urgido por regresar al podio porque su gente así lo demanda. 

Ocampo Sánchez es una figura que trae el término negociación en sus ADN. No le agradan los conflictos, categórico cuando tiene que serlo, estratégico cuando la ocasión lo demanda y no se rinde ante la adversidad cuando la mayor prueba se presenta. 

Al jerarca manudo tuvo que echar mano de su paciencia. Lidiar con un presupuesto ajustado, con acreedores que aparecieron para buscar arreglos, con quincenas en las que el flujo de caja no alcanzaba para cubrir a toda la planilla administrativa los días de pago de cada mes. 

Un presupuesto deportivo mucho menor al que goza hoy el director del área, Agustín Lleida, para realizar sus movimientos en el plantel. 

La tarea no fue fácil. Sabía que tenía que arriesgar en alguna de las partes para sacar la faena. 

O ser campeón a como diera lugar y empeñar el futuro económico del club o cerrar el tubo dinero en algunas áreas para evitar lo que para el liguismo sería imperdonable: una quiebra. 

Es ahí donde las estrategias comenzaron a moverse. Y lo que fue en algún momento una tarea nada sencilla, como sentarse a negociar los tratados de libre comercio con China y los Estados Unidos en su función pública, volvía a su día a día en Alajuelense: negociar pagos, negociar deudas. 

Ser presidente de la casa manuda no es una tarea nada sencilla. Un dirigente que no percibe un salario pero trabaja a tiempo completo por sacar la tarea adelante con un equipo que es el orgullo de la mitad de la hinchada futbolera del país. De gratis porque lo único que deja es imagen, donde para la mayoría poco importa lo que se haga fuera de la cancha, ya que su orgullo solamente pide títulos que sirven para restregarle a sus adversarios las copas. 

En toda gestión siempre hay aciertos y desaciertos, siete técnicos en cuatro años es prabablemente una de las cosas en las que Ocampo se arrepiente, darle espacios a un par de técnicos que tuvo en su momento y a nivel dirigencial se dejaron llevar por la presión de la masa.

Este domingo Alajuelense alcanzó su título número 30, la estrella que tanto se le negó a la casa manuda a lo largo de casi siete años. 

Muchos la definen como la cereza en el pastel, como lo único que hacía falta en Alajuelense porque la institución en muchos aspectos creció, porque financieramente es estable. Porque Alajuelense es un equipo a la vanguardia en una era digital que demanda facilidades. 

El título obtenido es un premio para un presidente cuya salud tuvo una prueba de fuego en el 2019. El síndrome de GuillainBarré (transtorno poco frecuente cuando el sistema inmunológico ataca los nervios) le dio una tregua porque le dio tiempo de llegar a Costa Rica cuando vacacionaba con su familia en Europa, el mismo Ocampo reconoció en algún momento que no sabría qué sería de su recuperación si las parálisis sufridas lo hubiesen golpeado antes de abordar el avión ese Viernes Santo. 

La recuperación de Ocampo es un ejemplo fiel que lo describe como persona. Tenaz e incansable en busca de lo que cree que es lo mejor. 

El trastorno sufrido lo dejó postrado en una cama del Hospital México con la dificultad de poder mover sus miembros superiores e inferiores. Con un rostro con un rostro paralisado. Un panorama que era un antónimo a lo que el presidente manudo estaba acostumbrado, con una agenda que iniciaba en las madrugadas para disfrutar de la pasión que tiene por el atletismo y corres por las calles de San Isidro de Alajuela o cumplir con su ruta en La Sabana para llegar justo a sus tareas universitarias como docente. 

Ocampo y su familia cumplieron la meta: disfrutar del Centenario a todo pulmón, como lo hizo el liguismo. Bailar con su esposa, Alejandra Vega, hasta que los encargados de la música anunciarán el zarpe. 

Para muchos increíble, para él y su familia todo era satisfacción. 

Satisfacción porque en su prueba de salud más complicada, algunos aplicaron la famosa frase, muy usada en la política por cierto: Muerto el rey, ¡viva el rey!

El jerarca manudo retomó muy rápido sus funciones, aún cuando el día le demandaba terapias para reactivar músculos. Cuando la agenda golpeaba un cuerpo que no podía resistir la demanda que sí resistía antes de aquel Viernes Santo. Aún cuando una silla de ruedas o un bastón pasaron hacer parte de su apoyo. 

Fernando Ocampo Sánchez logra el objetivo deportivo pendiente, Alajuelense consumó la estrella número 30. Un título muy merecido para la familia rojinegra, un título que tanto se le había negado a un equipo que lo merece por lo que se ha realizado en los últimos años. Un título que merece un presidente que trabaja tenaz fuera de la cancha y que pronto le dará otra alegría a esa hinchada condicional.

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