Del clima inestable al tomate caro: Justicia climática en Costa Rica, una deuda que trasciende lo ambiental y social

San José, 24 ene (elmundo.cr) – El cambio climático es una realidad que afecta de manera desigual a las personas en todo el mundo. Según la ONU, en 2024 cerca de 32 millones de personas fueron impactadas por fenómenos climáticos adversos.

En Costa Rica, el impacto de estos fenómenos no solo se refleja en el aumento de temperaturas o en la mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos, sino también en el aumento de los precios de los alimentos, especialmente aquellos que constituyen la base de la dieta nacional.

En este contexto, uno de los efectos más visibles del cambio climático en el país en los últimos meses es el aumento del precio de productos básicos, como el tomate.

La crisis climática ha alterado los patrones de producción agrícola, en particular debido a las intensas lluvias y las prolongadas sequías.

Estos fenómenos afectan la oferta de productos como frutas, verduras, semillas, azúcares y cereales, lo que ocasiona el incremento de los precios y la escasez de ciertos alimentos en el mercado.

Como señala Cecilia Mora, directora general de RS-Sostenible, “el cambio climático va más allá de ser un problema ambiental, es una cuestión que tiene implicaciones sociales y económicas profundas. Se trata de entender que sus impactos no se distribuyen de manera equitativa, afectando de manera más grave a los más vulnerables”.

El clima cambiante, con olas de calor, sequías y lluvias intensas, está alterando las estaciones de crecimiento de los cultivos y afectando la calidad de los suelos.

La producción agrícola disminuye debido a la propagación de hongos y bacterias, condiciones que limitan aún más la productividad y calidad de los cultivos.

Impacto en la seguridad alimentaria y la pobreza

El impacto del cambio climático en la agricultura va más allá de los efectos inmediatos sobre los precios de los alimentos.

Considerando que los alimentos constituyen una parte significativa del gasto familiar, los aumentos de precio podrían empujar a más personas hacia la pobreza extrema, afectando la seguridad alimentaria de la población.

Además, las comunidades vulnerables enfrentan barreras significativas para adaptarse a estas crisis. La pobreza, los bajos niveles educativos y la falta de oportunidades laborales dificultan que las personas puedan cambiar de vivienda o buscar nuevas actividades económicas para subsistir.

Este vínculo entre el cambio climático y la alimentación pone en evidencia la urgente necesidad de acciones concretas para mitigar sus efectos. “Cada territorio afectado por el cambio climático representa un retroceso en el desarrollo social y económico del país, con costos de recuperación que podrían evitarse mediante una planificación adecuada y acciones preventivas concretas”, indicó Mora.

La gestión adecuada de los recursos hídricos es fundamental para mantener la sostenibilidad en la agricultura.

Durante eventos climáticos severos, el acceso al agua potable se ve gravemente afectado debido a la destrucción de infraestructuras como tuberías, pozos y fuentes de agua, lo que agrava la situación.

Por esta razón, Mora subraya la importancia de construir infraestructuras adecuadas como sistemas de captación de agua de lluvia, que aseguren el acceso a este recurso en situaciones de emergencia.

Hacia un modelo sostenible y resiliente

La solución a este problema no solo implica adaptar las prácticas agrícolas, sino también asegurar que los sistemas de producción sean resilientes.

Es fundamental fomentar el uso eficiente del agua, implementar métodos agrícolas sostenibles y adoptar tecnologías que permitan una producción más eficaz y menos vulnerable a los cambios climáticos.

Para lograrlo, se requiere una intervención activa tanto a nivel gubernamental como empresarial. El sector privado debe asumir la responsabilidad de adoptar prácticas sostenibles y gestionar los recursos naturales de manera responsable.

Al mismo tiempo, es esencial que los gobiernos promuevan políticas públicas que favorezcan un ordenamiento territorial adecuado, identifiquen áreas de alto riesgo, apoyen la seguridad alimentaria y faciliten la adaptación al cambio climático, además de fomentar la educación y concienciación sobre este fenómeno, concluyó la experta.

Los efectos de la inflación y la escasez de alimentos son ya una realidad, especialmente para las poblaciones más vulnerables.

Sin embargo, si no actuamos ahora, las futuras generaciones encontrarán un mundo alterado por el cambio climático y una sociedad más fracturada, donde las oportunidades serán cada vez más limitadas.

La justicia climática es un compromiso que debe trascender lo ambiental y social, pues es una deuda que todos debemos saldar para garantizar un futuro más equitativo y sostenible.

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