
Por Alexander Tietz (dpa)
A veces basta una pequeñez para que se desate la guerra. “Conductor y ciclista son dos entes autónomos en el espacio urbano que combaten entre sí”, afirma el sociólogo de tráfico Alfred Fuhr.
Una explicación sencilla de la difícil relación es que los conductores son unos gamberros que se esconden en el anonimato del vehículo de metal y no conceden ni un centímetro. Enfrente, el ciclista, que siente tener la razón ecológica y moral y como muestra de su superioridad no atiende a semáforos en rojo e ignora señales de tráfico. Acelerador contra pedal, conductor contra ciclista, motor contra músculo. Así de sencillo.
Pero la realidad es mucho más compleja. En este debate no valen juicios generales. Muchos conductores son también ciclistas y viceversa. “No se debería estigmatizar a ninguna de las partes”, dice Andrea Häußler, psicóloga de tráfico, que asegura que la personalidad cambia con el medio de transporte usado.
Sin embargo, siempre se mantiene una característica. “Se tiende a disfrutar del rol propio. Existe una necesidad de autonomía, una cierta libertad que se expresa de modo diferente en un auto y sobre la bicicleta”, dice Häußler.
Según Alfred Fuhr, el ciclista se inclina a usar el espacio del tráfico de la forma más óptima posible para sus intereses y por ello circula sobre la carretera o sobre la acera, no atiende a los cruces, atraviesa las líneas continuas, el césped y los pasos peatonales. Nada es un problema. “Los ciclistas siguen parcialmente las normas”, dice Fuhr. Cuando el conductor se monta en una bicicleta puede finalmente tomar el camino más corto al destino.
Y al revés: cuando uno se sienta detrás de un volante, la sensación de libertad es diferente. En el coche nos sentimos protegidos. “Con 1.500 kilos de acero alrededor uno se siente más seguro”, dice Fuhr. En ese sentido, no se ve a los ciclistas como un peligro, por lo que no se considera necesaria la precaución. Eso puede conducir a negligencias como no mirar suficiente por el hombro y superar el carril para bicicletas.
Cuando ciclistas y conductores llevan al límite sus posibilidades la consecuencia lógica es el accidente. Para evitarlos los expertos consideran fundamental la precaución, tanto para conductores como para ciclistas. Pero la práctica no es tan fácil. Stephanie Krone, que pertence a un club de ciclistas en Alemania, exige que los más poderosos, los conductores en los vehículos, tomen en consideración los intereses de los más débiles, los que circulan en bicicleta.
Sin embargo, a Herbert Engelmohr, del club del automóvil AvD, no le gusta la categorización entre fuertes y débiles: “Sugiere que hay unos que deben seguir las normas de tráfico más que otros”.
En pleno tráfico hay una tendencia a olvidar o suprimir los códigos. Por ello, mucho depende de la actitud con que un conductor y un ciclista inicien el trayecto. “La precaución y el cuidado son actitudes y sólo se consigen cuando se analiza el rol de cada uno y se distancia de sus propios intereses”, dice Andrea Häußler.
“No se trata de ser conductor o ciclista. Al final, todos somos usuarios de la vía pública”, afirma. No hay un solo papel que sea el determinante. Y las obligaciones que acarrea usar la vía pública conciernen a todos y están tipificadas en la mayor parte de los códigos viales: “La participación en el tráfico rodado exige atención constante y respeto mutuo”.